"LA VIDA POR CUATRO PAREDES"


Hace años, muchos creo, un amigo me contaba que vivir de alquiler era hacerlo en libertad. No estar atado a una propiedad sin movimientos de elegir nuevos destinos. Eran otros tiempos donde la mayoría optaba por la compra y una hipoteca de aproximadamente quince años. Sobre los cuarenta y pico, la tenías pagada y llegaba la casa de campo o de la playa, incluso, ambas. Al final de tu vida, los bancos siempre tenían una letra dedicada en tu buzón.

Paralelamene, las viviendas sociales, de V.P.O. creadas por el estado, ayudaban con rebajas en los precios y facilitaban su adquisición a las clases medias y trabajadoras. Anteriormente, otras instituciones se encargaban de construir pisos de alquiler a precios módicos compatibles con sus nóminas: Ayuntamientos, sindicatos, Diputaciones y otras entidades públicas para sus trabajadores como Correos y, en Cádiz, Astilleros. Con el tiempo, se pusieron a la venta y cada inquilino las pudo comprar y ser propietario de su vivienda. Ahí empezó el problema. Pronto se revendieron al doble o triple de su adquisición buscando mejorar su patrimonio con esas ganancias abultadas. Y, a día de hoy, pasan de mano en mano como un gran negocio que deja en la calle a los que iban dirigidas desde su edificación.

Las viviendas sociales han muerto. Las mataron los que las usaron como negocio derrumbando el propósito con el que se levantaron. Ahora, cambian de rango y se las adjetivan antisociales. Cada uno y cada cual va a lo suyo y exprimen hasta el último centímetro de solería para subir su valor a costa de que otros se queden en el asfalto. Da igual, la conciencia se duerme y no despierta con los llantos de los que no tienen un techo digno para vivir con dignidad su mayoría de edad y abandonar la casa familiar buscando su independencia. 

Trabajadores sanitarios y funcionarios han rechazado plazas obtenidas por oposición que les asegura un trabajo fijo por la imposibilidad de hacer frente a los alquileres de las ciudades a las que se los destinaban. Si estás lejos de tu casa de origen donde refugiarte, de poco sirve tu plaza tantos años preparada. En el mejor de los casos, existe la posibilidad de compartirlo a costa de tu privacidad e independencia cuando terminas tu jornada.

Y, por desgracia, no hay horizontes lejanos que vislumbren esperanzas de cambios. En mi ciudad, continuan las concesiones de licencias para derrumbes de fincas de vecinos a cambio de hoteles con piscina que dejan en la calle a sus antiguos habitantes, porque la autoridad local lo permite y llena más sus arcas que con el digno pago de los que allí vivieron toda su vida.

Los bancos se frotan sus manos, la banca siempre gana. Es astuta y va siempre por delante. La gente se olvida de la crisis de 2008 y de sus deudas y desahucios postreros. Más que nunca, las ventas de pisos arrasan y compran como si fuera un siete de enero a las puertas de los grandes almacenes para llegar los primeros. La humanidad es egoísta por naturaleza, siempre quiere más aunque el de enfrente se quede con la nada. La especulación mueve el mundo y el mundo es del que llegue primero. Los de fila han de seguir en la cola interminable de la deshumanización. Yo compro, yo multiplico mi inversión, sólo es dinero lo que ganará, pero suficiente para seguir en ese bucle de agrandar patrimonio del que me pregunto, si sólo tenemos una vida, ¿para qué más de una casa?. A los que ya tenemos una edad, nos tocaron mejores tiempos, más humildes y sencillos. No nos ahogamos en las eternas hipotecas y tenemos el privilegio de dormir bajo un techo que nadie nos robará. Quizás, seamos la última generación que se permita dejar herencia patrimonial a sus descendientes.

A mi amigo le diría, ya no pagas tu libertad con un alquiler, hoy pagas tu ruina y tu dignidad.


Comentarios