A alguien más, compañía del alma y  de la vida, agradecerle quiero que mis  ilusiones y  mis  sueños aún vivan latiendo. En muchas caídas, en muchos tormentos, a mi lado estuvo callando el silencio. Ese que grita y grita, ese que llora y llora ese que late y late que no deja que muera eso que llevas dentro.  Otros, relojes muertos,  no daban la hora; sólo, a escondidas,  cuando recuerdos asaltaban, te prestaba unos buenos días, y pronto los retiraba. Muchas lunas, demasiadas, paró de contar los segundos en su apagada alarma que el cansancio encontró en  tantos despertares de insomnes tiempos, de  tiempos eternos que no lo fueron. No me abandonó ese alguien, ese alguien más, a quien poco quise, al que tanto quiero desde ese amanecer  con desconocidas estrellas  que por falta de fe,  no miré, y, como un ciego, imaginé pensando que eran ajenas porque no las esperaba, creía que sólo eran sueños. Hasta que el primer paso, hasta que la primera piedra vinieron los segundos y olvidaron los min