Es difícil describir lo que se siente tras un parto; los meses que lo has llevado dentro de ti son, emocionalmente, muy fuertes. Tus hormonas están por la nubes, y todas quieren manifestarse para dejar huellas en ti y en lo que está por llegar. Se arremolinan, saltan, vuelan, caen, gritan, se silencian, lloran, cantan, ríen..., Los genes quieren ser protagonistas absolutos y completos, pero, no todos podrán estar, sólo los más fuertes y sensibles, aquellos que han marcado el alma en el ante y en el después. Los que se han mantenido firmes en las entrañas y han marcado pautas en ese desarrollo embrionario gestando lo que será el milagro de nacer.  Y nació, de madre soltera, orgullosa de parirlo al mundo para que lo conozcan y se emocionen con palabras del alma elegidas con todo el amor que una madre puede darle a un hijo. Y lo ve y lo siente como un cuerpo esperado, anhelado, soñado y muy mimado. De lo que no hay duda es de que está lleno de amor, se respira en cada una de sus células