Y sonarán los cuartos,  con redobles y esperanzas. Muchos en sus casas, muchos en las plazas. Otros sin cuartos,  en las calles frías del desamparo sin techos en esos cuartos. Sin lámparas ni campanas, sin uvas ni cavas. Unos con prendas rojas, otros, con sangre en las almas. El año acaba,  termina  sin terminar promesas en Gaza, sin luces en poblados, sin escuelas calentadas. Y sonarán los cuartos, con prisas en barriadas, con sueños que no duermen, añorando la esperanza. La espera que olvida esas vidas que no tienen nada. Mesas calientes,  buenos caldos y manteles, rebosan y no importa que sobren, porque sí hay un mañana. Que vengan las campanadas, que suenen fuerte, que suenen claras; que no mueran esperanzas: el mundo no tiene dueño, el mundo es nuestra casa. El hambre está en el mundo, pero, aún quedan esos cuartos avisando que desde el río el camino es frío y menos vidas que culminen hasta ese mar bravío. Y que suenen ahora las campanas, cuando tengan su a...