Cuando tus pies no pueden, cuando tu espalda se agota, cuando tus brazos no aguantan, cuando tus piernas te dicen basta, el mundo se asoma cerca y  lo ves paseando como la vida: charlando, riendo, paseando, hablando, gritando, cantando... y tú charlas, ríes, paseas, hablas, gritas y cantas con él. Mi balcón me abre sus puertas para mirarme en las alegrías ajenas que me contagian el día de presentes buenos. No me siento sola, ni triste, ni con penas porque no hay soledad,  ni tristeza ni llanto. Hay vida en cada plano, y me distraigo;  Mi balcón me cuenta, me habla de historias pasadas y eternas. Él me informa de cuánto acontece: los pájaros volaron a otros nidos, luces que anuncian fiestas, colegiales creciendo hacia su escuela, carritos de compras a las tiendas, amores que discuten en las aceras y se reconcilian a la vuelta. Vecinos, visitantes, paseantes en mi tierra. Que mi calle enamora, te anima, te da la vida a cada hora. Mi balcón me abre sus puertas, y la mañana comienza.