"¿ESTÁ EL ENCARGADO?, ¡QUE SE PONGA!

 



    Parafraseando el inicio de uno de los monólogos más brillantes de Miguel Gila, comenzaré mi relato, queja, reclamación, hartazgo o el "hasta las narices" de lo que fue y ya no son esos famosos grandes almacenes que un día fueron signo de garantía y, hoy, sólo unos almacenes más cercanos a los modelos asiáticos en calidades y prestaciones (a los que todos vamos aunque lo neguemos...) y si me apuras, en estos es más fácil la atención al cliente aunque nos cueste entendernos por el idioma, nos salvamos con el señalamiento digital (dirigiendo el dedo índice hacia el artículo deseado) y te lo dan enseguida y te vas cuando pasas por caja y a otra cosa.

Utilizaré las iniciales (E.C.I.) para no darle publicidad inmerecida a pesar de que no puede estar más claro de qué hablo y me dirijo.

En los ochenta, era el lugar soñado para ir de compras, tanto que lo comprabas todo. El surtido y la variedad te hacía entrar y te dolía salir. Te preguntabas qué no encontrar y la respuesta era imposible.

Lo más agradable era la atención hacia el cliente, un respeto mutuo que agradecíamos ambas partes. Si alguna vez un error salía a escena, era inmediatamente subsanado, se disculpaban y  respondías: no se preocupe, todo está arreglado. Siempre el trato de usted, nada de tuteo.

Hoy, un gran giro de muchos grados ha volteado el interés de entrar por esas puertas descuidadas al igual que el resto de sus instalaciones.

Es el resultado del maltrato de los directivos hacia sus explotados y cada vez más escasos empleados. Es difícil toparte con alguno cuando lo necesitas, y no están descansando ni perdidos, sino atendiendo en varios departamentos a la vez y no tienen el don de la ubicuidad. Es el efecto de la constante reducción de plantilla y aumento de la carga de trabajo del vendedor de muchos turnos.

Pero, la situación empeora si pretendes solucionarlo por teléfono: cuando tienes la suerte de que tu turno  ha llegado, das todas las explicaciones sobre tu problema (has de repetirlo mínimo tres veces para que se enteren); te dicen que han abierto una reclamación y que lo pasarán a otro departamento para que contacten conmigo en breve Y ahí nace el problema que nunca muere, nunca te responden, ese departamento imaginario nunca sabrá de tu queja y llamarás al día siguiente y a los siguientes de todos los siguientes y ya comienza la guerra del ¿qué hago aquí? batallas con la inoperante operadora en modo pulse 1, o 2, o 3, o 4... y tú, en cada conexión le das a uno distinto para probarlo todo en esa cata de sinsabores que te quita tiempo y que, finalmente, olvidas qué te llevó a esa batalla perdida. Ah, era un vestido comprado el mes pasado, y por fin, obtengo una respuesta sólida y contundente: NADIE SABE DÓNDE ESTÁ. LO LAMENTAMOS. PRÓXIMAMENTE LE SERÁ REEMBOLSADO SU DINERO. NORMALMENTE, EN UN PLAZO DE QUINCE DÍAS HÁBILES.

¿HÁBILES? 

Comentarios

  1. ¿Fue en tienda esa compra o en internet...? Te lo pregunto porque, normalmente, si la compra es por internet y ha de llegarte a casa te debe avisar o un repartidor propio o una empresa ajena (creo que MRW). Si fue en tienda... Seguro que voló y alguien te lo 'afanó' con la connivencia de algún empleado agotado tanto o más que la tienda que recuerdas... Descansae en paz... (La tienda perfecta que recordamos, nosotros tenemos mucha lucha aún. Er More dixit).

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