"CUENTOS DE TEMPORADA: POR UN BESO"


Rostro pálido,  cara fría,  ojos entreabiertos,  cuello avergonzado como con perenne castigo y espalda curva siguiendo su línea, acompañaban a un cuerpo con forma de caracol buscando el apoyo de sus propias paredes dentro y fuera de ellas.

Para Luisa, la vida era un secreto en sí misma. A nadie hablaba y a nadie importaba; Su existencia se limitaba a exteriorizar su cabeza durante unos minutos al día, respirar aire renovado para ventilar su morada y de vuelta a esas extrañas menos de cuatro paredes que la albergaban


Su carácter amargo y contracto por sus formas adoptadas le daban la seguridad y protección de que nadie se acercaría jamás. Se instaló sobre yerbas secas y se mimetizó con ellas. Ella era, simplemente, Nadie.

No conocía sus orígenes, ni cómo ni cuándo ni por qué era así. El roce humano la asustaba y si existía la posibilidad de acercamiento con él, ella reforzaba su flexionado cuerpo y aparentaba una casa deshabitada.

Llegó el verano como siempre después de una primavera tantas veces repetida sin novedades. Aquel mediodía, el sol apretaba demasiado y la temperatura la asfixiaba; sintió algo extraño, no solo necesitaba aire fresco, quería aire nuevo. Se atrevió a dejar su hogar sin tan siquiera echar las llaves de seguridad ni de mirar el camino que abandonaba y saber el de vuelta.

Conforme avanzaba, su esfuerzo le iba regalando energías y se crecía con ellas. Esperaba encontrar un mundo lleno de personas en donde ella sería la única extraña y llamativa, pero no, sus habitantes eran idénticos a Luisa. Los suelos, los árboles, arbustos y sus ramas estaban plagados de caracoles herméticos.

Se creyó tan vacía como lo estaba su cáscara ahora sin ella. Se asustó al verse desnuda y se sintió desprotegida sin su coraza. Reptó durante horas hasta que vio nacerle unos apéndices que le facilitaban sus andanzas; no tardaron en convertirse en pies con los que apoyarse y erguirse gracias a sus nacientes manos. El resto de su cuerpo pasó a transformarse en un esqueleto con propia movilidad. Más extraña que nunca por ser la única de esa nueva especie,  olvidó su casa, su desconocido origen y se lanzó a la aventura de saber qué más habría para ella. Se paró en matorrales aparentemente muertos donde, caídos o establecidos, vivían su antigua misma vida. Se acercó dulcemente, con sumo y delicado cariño y los fue acariciando hasta darle confianza de que no corrían peligro con ella.

Luisa, de manera instintiva, se los aproximaba a su boca para susurrarle palabras amables y cálidas. En ese acto, el aire era succionado en sus movimientos de expiración e inspiración, lo que resultaba un halo de calor envolvente para esos inquilinos agazapados. Con esa incipiente seguridad, fueron asomándose hasta decidirse a salir por completo.

Se reunieron los nuevos cuerpos desnudos ante ese nuevo mundo donde, en cambio, se sentían muy arropados. Ese acercamiento de Luisa con cada uno de ellos, ese aire fresco y alentador les dio la valentía de ser ellos, de ser libres, de decidir dónde y cómo vivir.

A esos aires nuevos, cálidos, envolventes y tan llenos de amor se les bautizó con un nuevo término: BESO.

Por un beso; el mejor de los principios de cualquier ser que nazca o salga  al mundo. De un beso sincero, apasionado, deseado, libre solo nacerá amor en ti mismo y en los demás.

Comentarios

  1. Precioso, gracias y buen día

    ResponderEliminar
  2. Una Ventana entre abierta.24/8/22, 23:49

    Precioso relato, me siento muy identificada con él, qué miedo nos da a veces salir al mundo, adaptarnos a uno nuevo y encontrar personas como Luisa. Mucho más el amor, la ternura de un beso que tantas veces necesitamos, qué tanto aliento nos da. Buenas noches.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tu ventana entre abierta da asilo a todo lo que te llega al corazón. Muchas gracias.

      Eliminar
  3. Me ha encantado el relato.
    "De un beso sincero, apasionado, deseado, libre solo nacerá amor en ti mismo y en los demás".

    ResponderEliminar

Publicar un comentario