"LA IMAGEN DE LA DIOS-CORDIA"

 


Estos días, ha sido motivo de infinitos comentarios la presentación del cartel que anuncia la semana santa sevillana; de nuevo, las dos Españas han mostrado su opinión, unos y, su espanto, los otros.

Partamos de que nadie ha vivido en el presente, más de dos mil veinticuatro años como para haberlo conocido en persona. Su imagen se ha representado siempre desde la visión de su autor, nunca de datos fidedignos que vinieran de una realidad perceptible de su físico, ese que , a través de los siglos, ha sido mostrado desde una cruz, caído, herido, agonizante, transmitiendo dolor o una alegría tan sólo montado en su borriquita entrando en la ciudad que murió o el día de su resurrección... 

Su aspecto no deja de ser un símbolo para los cristianos; en cambio, esa rama que va más allá de esta obviedad, los llamados ultracatólicos, aquellos entregados a esas figuras talladas, pintadas, esculpidas... a las que entregan toda esa pasión que llevan dentro para defenderlas porque se quedan en la superficie de sólo lo que ven, no lo que sienten, sin más objetivo que sacarlas por las calles a pasear y que sus cercanos las puedan piropear y gritar con llantos esos sentimientos tan profundos que les brotan  en esas sacas. Me consta que, incluso, cuando les llueve durante ese proceso festivo y dramático, si algunas gotas lo amenazaran buscan, en el centro de la tierra, algún recurso para su protección. 

Tanto mi infancia como mi profesión me obligaron, por imperativo legal, a vivir muy de cerca esas representaciones donde niños y adolescentes eran disfrazados de santos, de vírgenes y de lo que tuvieran que hacer; niñas de muy pocos años vestidas de mantilla y niños enchaquetados para acompañar a figuras que portaban los elegidos como los merecedores de ese honor. Infantes adoctrinados que ignoran lo que hay detrás de esos teatros pero, que seguirán actuando motivados por familiares que sienten orgullo al verlos. 

La España profunda sigue viva y, desgraciadamente, parece que tendrá larga vida. Ante esto, sólo nos queda respetar las otras creencias por muy disparatadas que también nos puedan parecer. 

Paralelamente a esa salida y recorrido, personas pidiendo limosnas y amparo son ignoradas por esa multitud tan ocupada en ese espectáculo tan singular que mueve masas para rendirle pleitesía, pero no a los que buscan ese cobijo real y humano de los que tiene detrás de él; esos invisibles no son percibidos, sólo son pobres, no tienen cara, ni cuerpo, ni imagen, no son nada, mejor que no molesten; ellos, los otros, van enchaquetados, de punta en blanco y su clavel en la solapa... ¿cómo osan mezclarse con los elegidos para su adoración?

La discusión mantenida entre los otros con los unos da bastante vergüenza, se asustan de que un cristo dé la imagen de un hombre homosexual o demasiado sexualizado por mostrar casi toda su piel, su juventud, sin heridas, sin dolor, sin rencor, sano y limpio de perdón..., ¡exactamente lo que necesitamos! nos lo pone fácil para que entendamos su propósito y, una vez más, se quedan en ese pequeño velo que escasamente lo cubre...

Muchos se burlan cuando escuchamos o vemos cómo otras religiones celebran su dios y dedican su tiempo a esas consagraciones..., la mayoría no las entiende por parecerles ridículas ciertas prácticas y nadie se plantea las incoherencias ni las dobles varas de medir con la que veneran esos otros.

No os preocupéis tanto, en escasas semanas, volveréis a lucir vuestras galas con una copa de vino en la mano al son de otros cantes y bailes y todo este sufrimiento se desvanecerá entre otras palmas.




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