"LA FÁBULA DEL GATO Y EL RATÓN"

 

El gato se llamaba Gato; el ratón, Ratón. El gato era negro; el ratón, gris. Gato odiaba los colores que no eran como el suyo; Ratón, buscaba otros diferentes y los rastreaba en los jardines, en los bosques, en los balcones. Decidió inventarlo, sabía que la tierra los creaba y anduvo por más de medio mundo probando, sin hallarlo. Gato tenía en su madriguera lo que Ratón deseaba y, un día, Gato se confió y dejó su puerta abierta, Ratón se envalentonó y entró y la vio. Su tesoro, lo más bello, su color. Pero, la sintió triste, apagada, falta de luz y de sonrisas. El gato la retenía para que nadie la observara por ser demasiado hermosa. Para Gato, sólo era algo de lo que carecían los demás. No la amaba, sólo era su cautiva y su poder. Ratón la admiró más allá de su porte y su increíble belleza; habló con ella y su respuesta fue tímida y asustada. Poco a poco, Ratón le fue contando lo que vivía fuera de ese lugar: le habló del mar, del sol, de la luna, de las estrellas, del frío, del calor, de la naturaleza, de los muchos seres que habitaban los campos y los cielos. Eran tantos y tan diferentes. Ratón la cogió de una de sus manos, ella se sintió confiada y ambos salieron hacia ese exterior prohibido. De inmediato, recobró su luz que le regaló el sol, la voz con la que le obsequió el ruiseñor, la sonrisa de una ardilla, las espinas que Gato le arrebató y su fuerza para defenderse por sí misma. Agradecida, abrazó a Ratón por enseñarle lo que el mundo escondía en esa guarida en la que nació. Gato la vio y quiso ir a por ella. Sin necesitar a Ratón, ella anduvo varios pasos hacia el gato y se presentó: Gato, ya no soy tuya, no soy de nadie, ni tan siquiera mía, pero sé que tengo una vida y esa sí que me pertenece. Ratón sonrió satisfecho: te encontré, ROSA BLANCA.

MORALEJA: TU VIDA, SIN LIBERTAD, NO ES TU VIDA.

Comentarios

Publicar un comentario