"CUANDO LAS NUBES LLORAN SIN CONSUELO...!


Por inercia, siempre miramos al cielo cuando nos despertamos y al salir a la calle, y nos contesta en forma de colores: desde azules fuertes a celestes y, en ocasiones, en grises claros que se tiñen de acero. Es su lenguaje, le gusta jugar y cambia y engaña a su antojo. Depende, creo, que de su estado anímico, de lo triste, apenado o, por el contrario, su espíritu burlón. 

La mayoría de las ocasiones se limita a soltar unas lagrimillas de cocodrilo para que carguemos con el paraguas y lo dejemos en el olvido por no salir a escena. ¿Cuántos vagarán por el mundo sin las manos de sus dueños?. En el paragüero de casa, habitan los de reserva, los soldados rasos, sin medallas, adquiridos en tiendas de desavíos. Son los que se prestan si alguna visita viniera sin él y hubiera que socorrerla. Ese ya no vuelve, le decimos adiós en ese momento. Uno menos.

Ayer, el color festivo se vistió de un muy oscuro gris cercano al marengo. Las nubes no durmieron y siguieron en vela el resto de las horas. Algo muy fuerte debieron sufrir en ese no parar su llanto. Son muchas y cada una expresa su pena según su dolor. Las más aquejadas y sensibles sacaron lo que les oprimía durante tan larga sequía y contención y lo dieron todo. Las calles y algunas casas de la provincia lo sufrieron sin tregua. En la capital, fue más una llantina con momentos de sofocones tormentosos, gritos de rayos y truenos y calmados después.

El agua asusta mucho cuando no sólo se encamina a los campos y cambia su objetivo en su enfado, quizás hormonal de ese día, confundiendo pantanos con viviendas. Me tocó vivir esa confusión hace algunos años. La descarga desesperada, a modo de rabieta incontrolada, inundó mi casa (era un 1º, no un bajo). Me contagiaron su estado dramático y mis lágrimas se unieron a las suyas. Mis vecinos me oyeron, me vieron y me salvaron. En minutos, controlaron la situación (a mí incluida) y hubo tantos manos en sus cepillos expulsando ese mal llanto como tantas me echaron en apoyo y ayuda. 

Fueron nubes de verano, mediados de agosto, aquellas que no debieron salir a escena tan temprano en el tiempo que no les correspondía. Quizás, estaban de vacaciones, perdidas en el aire, quisieron tirarse a la piscina desde su balcón y necesitaban de ese agua para llenarla. 

Tal vez, por ser de naturaleza caprichosa, llegan cuando quieren y no se van hasta que lo desean. De ahí, lo de que nunca llueve a gusto de todos..., normal.

Dejaron huellas irreparables: mis suelos de madera, alfombras y muchos miedos a esos ataques porque pudo ser mucho peor. 

MI ETERNO AGRADECIMIENTO A: Mª LUISA, ALONSO, CARMEN, JUAN, ANA y NACHO      ( MIS VECINOS Y MIS HÉROES)

Comentarios

Publicar un comentario