"DE LA DEPRESIÓN A LA FELICIDAD"
La emoción de la felicidad es débil, frágil y discontinua. Buscarla en los demás es el error más común. Pretender que te la proporcione el mundo es un despropósito que se paga caro y te deja en números rojos en el banco de tus ánimos. Para solventar un saldo tan precario, has de ser consciente de que no puedes rehipotecar tu vida con préstamos ajenos que nunca serán suficientes para sanear tu maltrecha economía mental. Las deudas no se pagan de un día para otro; es un proceso muy lento en que los altos y bajos se dibujan en gráficos de sierra que te hacen caminar hacia delante y desandar muchos pasos. No es fácil. No busques autopistas; para esas rutas no existen mapas marcando carreteras predeterminadas; valles, montañas, precipicios, veredas, arroyos, océanos, lagos, cañadas aparecerán en ese mapa más mudo que nunca. Sabrás que has llegado cuando tus pasos arriben a una autovía en la que puedes encontrar, si lo deseas, la compañía en alguna de sus salidas o bien, no pararte y continuar tu camino contigo a solas.
La depresión es ese viaje oscuro en busca de la claridad del sol aun estando nublado y frío porque no existen ni temperaturas ni colores perfectos en los cielos que nazcan para una sola persona. El secreto no está en cambiar lo que no puedes ni depende de ti, sino en la aceptación de la realidad, de la tuya y de la que te rodea. Es el momento de decirle adiós a las tinieblas de las que te has apropiado y salir de los infiernos hacia la tierra común, mirar lo que hay en ella y decidir por dónde comenzar ese nuevo viaje con el equipaje deseado y sin mochilas a las espaldas. La libertad es eso, no cargar con lo que no te corresponde, el dolor y la ceguera que sufriste se diluyen como el viento, ese mismo que los trajo. Y aprendes que el mundo no te daña si tú no permites que ocurra. Ningún mal entrará en tu vida si no le abres la puerta y permanece de par en par. Aprovecha que está abierta y échalo si está en tu mano o en tus pies hacerlo.
Manejar las emociones es aprender el camino hacia esa efímera felicidad pero suficiente para gozar de momentos únicos cuyos recuerdos en un día cualquiera te traerán a la memoria de que sí se puede.
Si eres fiel a tu libertad de pensar y sentir con la seguridad de que es lo correcto porque ni te dañas ni haces daño, la paz se acerca a tu vida, ya no tienes enemigos, sacaste la bandera blanca y esta ya ondea al viento en tu azotea lejos de los sótanos en los que habitó.
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