"HISTORIAS A DESTIEMPO:"!AQUELLOS OJOS AZULES¡


Al girar la llave, mi mundo seguía esperándome. Pero, lo noté cansado, apenas las cuatro de la tarde y la luz vestida tan pronto con su pijama me resultó triste. En mi ausencia había pasado algo pero, ¿el qué? Los postigos cerrados en las habitaciones podrían ser los culpables. Enseguida lucieron de par en par; no fue suficiente, la claridad se mantenía oscura y no venía a saludarme. Di prioridad a buscarla y dejé mi equipaje esperando junto a esas sombras inquietas. Y lo vi, mi compañero de luces azules ahora dormía en la eternidad de lo celeste. Cuántas horas me regaló en tantos años cuando el tiempo y yo estábamos perdidos; él era mi guía, mi brújula a la que me agarraba para saber que la vida seguía a pesar de todo.

Su vestido era blanco, su interior negro y sus ojos muy azules, grandes, llamativos. Ahora ya no parpadeaban, los cerró para siempre en la soledad de mi ausencia. Nunca sabré qué números fueron sus últimos avisos, se fue solo y noto su falta, mucho.

Guardé su duelo, se lo merecía. Días más tarde, no quise que sólo fuesen horas por respeto a él, busqué a otro. Ningún pariente le sobrevivió. Me decidí por otros grandes ojos en memoria del bien amado. Ya no nacen azules y debía elegir entre verdes o rojos; estos últimos tenían rasgos similares que me resultaron cercanos y nos volvimos los dos a casa con pocas palabras y algunas desconfianzas de momento.

Ocupó el sitio de su destino, frente a mí. Pasamos la tarde sin quitarnos el ojo de encima hasta el momento en que nos llegó el sueño y el merecido descanso. A medianoche en punto, cuando es tan difícil que nada ni nadie consiga despegarme de Morfeo, unos gritos de quejas y quebrantos con fondos de vientos y truenos me hicieron saltar desde mi horizontalidad hacia un vertical paralizado. Los interruptores se posicionaron a mi lado y como palmatorias soportaban su vela. Los lamentos permanecían invisibles y algo me condujo hacia ellos, quizás el fantasma de los ojos azules o el demonio del rojo iris. Nació con esa voz de terror, era su alarma para amedrentar a los quejicas de los cinco minutos más en el catre, a esos remolones que se mienten a sí mismos soñando que la felicidad entrará con la prolongación del tiempo. Lo descubrí, pero no era tan fuerte, su talón de Aquiles era un simple botón escondido en su recámara. Con un !arriba las manos! bastó para desarmarlo. Enmudecido ahora, no le caben más amenazas. No somos amigos, tendrá que ganarse mi perdón. Tiene a su favor que aún es joven para aprender que no se puede ir por la vida de matón, creyéndose que quien grita más alto es el más fuerte y que el mundo se pararía ante esa fuerza tan débil con la que pensó dominar los espacios. Desde su rincón de pensar, ahí reflexiona sobre lo hecho, dicho y ahí permanecerá hasta que entienda que la buenas palabras han de acompañar a los despertares porque, al igual que a la infancia, de los comienzos a la vida dependen los talantes, las mentes limpias y los buenos propósitos. EDUCACIÓN, siempre, EDUCACIÓN.

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