"PIRUETAS CON CAÍDA LIBRE DE DIEZ"

 



¿Quién dijo que en pocos metros no se viven aventuras? No hay que viajar a la selva ni de safari; todo lo tienes a tu alcance sin necesidad de comprar pasajes ni preparar equipaje...

Ayer se presentaba una mañana tranquila, sin excursiones más allá del rellano o la casapuerta. Tres bolsas esperaban su hora de recogida muy arregladitas porque ellas sí irían más allá. A la hora convenida, sonó la señal. No tenían sobrepeso, aparentaban el peso ideal para mi brazo; con el otro, siempre el pasamano. 

Despacio y vigilante, bajaba cada escalón. Sería una bajada más. Pero, los tres últimos me engañaron, tenían toda mi confianza y me lo creí. Algo parecido a la piel de plátano de las historias del TBO, en forma de hoja perdida de alguna maceta colgante, se desprendió, quizás buscando vuelos independientes, y allá que lo pisó mi zapatilla traidora enredándose con la otra y formar una trenza muy elaborada y fui girando hasta culminar ese paso, más parecido a un plié, que me dejó desasistida como a una sirena en tierra, pero que di contra el mármol para que luciera más. Y, allí aterricé, de cara, dándola como siempre, hecha un remolino del que no resultaba fácil desenredarse. Tenía prisa, los paquetes los recogerían en segundos para no complicar más la historia con el aparcamiento en mi barrio. 

Desde el suelo marmolado, y con la ayuda de algunos fenicios trasnochados quizás, me deshice del trenzamiento generalizado. Me quedaba levantarme: me apoyaba en las bolsas a modo de bastón, pero se hundían y de vuelta al marmoleo brillante (hace poco, lo enceraron...). Alguna suerte debió tocarme y me levanté con la inestimable ayuda de las paredes, esas que pinchan al tacto. Pude abrir la cancela y, con unos pasos más (eternos), la meta asomó como en una película con final feliz. Entregué esa recogida y logré mi empresa. Ahora quedaba la vuelta, ya con las manos libres, pero con los huesos quejándose. No pude golperarme en uno sólo, ellos son muy perfeccionistas y no dejan nada a la mitad.

Me faltaba el aliento para maldecir (fue una suerte para los oídos ajenos). Hice lo que mi hija me recomendó: cubrir de hielo los golpes, ¡qué frío pasé!, me tomé la medicación prescrita y el resto de la tarde: sofá, mantita y reposo y, poco después, a dormir hasta hace un rato; me desperté sin recordar el suceso de ayer, pero no hizo falta que viniera a la memoria: al poner un pie fuera, el otro lo empujó y allá que se juntaron para llamar al dolor avisándole de que era la hora. La espalda se enteró de la movida y no tardaron los tobillos y los brazos y muñecas. 

Todos en alza me acompañaron en esa levantada poco triunfal hacia la cocina donde mi colacao me alegró el momento con un calmante para echar la mañana. 

Hoy, jueves, es el simulacro del maremoto en Cádiz. Pondré un cartelito en el balcón para que pase de largo y en el que avise de que  yo cumplí ayer con mi batacazo. Hoy libro.

PD: HOY NO NECESITO ABRIR MI ARMARIO. LLEVO PUESTO EL COLOR BERENJENA TIRANDO A MORADO. SIEMPRE CONJUNTADA.


Comentarios

  1. Ante todo deseo que estés mejor. Vaya batacazo que diste, chiquilla. Y q ueda la frase recurrente: "podía haber sido peor después de todo". Y luego ha llegado la maravillosa forma de contarlo. Perdona; entiéndeme, pero he disfrutado con la narración de tú caída. Eres grande hasta para caerte. 🥰🥰🥰

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nada de perdón, yo me he reído más que tú..., besos, Emilio!!!

      Eliminar
  2. Tienes Arte hasta pa caerte chiquillaa, espero estés mejor. 🤗

    ResponderEliminar

Publicar un comentario