"RECUERDOS DE MI CALLE QUE YA NO EXISTE"
Muy estrecha y el largo de cuatro casapuertas, así era ella. La primera de las que formaban el conjunto que vestían igual. La llamaron Escuela; un colegio básico, sencillo, de una sola planta caía frente a mis ventanas del número 1. De ahí, MI CALLE ESCUELA.
Dos maestras para todos los niños: una buena (Doña Carmen) y otra muy afín al régimen (Doña Rosita... que no siendo cercana a las letras de Lorca, también fue la soltera) se dedicó a este oficio, creo que para desahogarse de su mal genio entre reglazo y reglazo. Los cuatro hermanos acudimos al "Carola Ribed" hasta la edad obligatoria de ser escolarizados. Mi madre descansaba unas horas y nosotros/ellos ( sólo tres), aprendieron números y letras. Doña Rosa no me cayó bien nunca y el efecto fue mutuo: no más de una semana duró mi estancia entre pupitres y el patio del recreo. Un helicóptero solía sobrevolar por debajo de esos cielos y tirar latas de leche en polvo (eran americanos de la base de Rota); a cambio de su apropiación, querían alimentarnos con productos made in USA y que, según la seño lorquiana, debíamos saludar al aire para agradecerles tan insano detalle. Había que mezclar esos polvos con agua para crear esos lodos. Me gustó jugar con aquel menjunje y, sobre todo, tirarlo por la alcantarilla de ese patio inolvidable que supuso el fin entre Rosita (ya no iba a ser mi seño...) y yo. Sí, me expulsaron y nunca olvidaré ese momento sublime de despedida y de vuelta a casa para martirio de mi madre.
Allí aprendieron (los que aguantaron) los niños de las calles Escuela, Esperanza... y otras dos más cuyos nombres no recuerdo. A propósito de Esperanza, en el número... 1, quizás, y en uno de los tres cuartos (derecha, centro o izquierda) y en uno de los cuartos de la casa, nací yo. Como ya narré hace mucho, mi hermano precipitó la bajada y cambio de calle al dorso de esta como medida de seguridad para los de arriba y más abajo. Nadie estaba seguro bajo los proyectiles fraternales.
Y ahí que nos fuimos, y en planta baja, sólo tres escalones delante de mi portón. En esa casapuerta pasé mi infancia (mis otras expulsiones o escapadas del otro colegio...). Cambiaron el 1 por el 2 y dejó de ser Escuela para recoger al poeta del siglo XVIII José Joaquín de Mora. Viví la felicidad cuando empecé en el Instituto ( con grandes profesores de los que jamás quise huir) y en la facultad de filosofía y letras. Mi educación y aprendizaje recorrieron casi todas las plazas gaditanas hasta acabar en Sevilla.
Y de la capital, a mi vuelta, mi DNI borró para siempre esa calle en mi cartera. Dejé mi casa, mi calle y empecé en otro muy distinto, en el que ya no debía, supuestamente, crecer, sino mantenerme. Demasiados años después, volví a casa, pero ya era tarde; mi calle desapareció. Hicieron una gran avenida con ella: varias casas y el propio Carola Ribed que pasó a otra ubicación. No recuerdo su nombre actual; sé que tiene muchos semáforos, pero ninguna rayuela pintada en las aceras.

Hay que ver lo traviesa que has sido. Yo presencié el derribo de esas casas, y entre ellas la tuya, para construir la pomposamente denominada como primera avenida transversal de Cádiz. Espero que doña Rosita encontrara su media agria naranja para suavizar si carácter. 🥰🥰🥰
ResponderEliminarMás que traviesa, quería ser libre y hacer sólo aquello que entendía... Tardé, pero lo conseguí. Respecto a mis bloques, no los tiraron, siguen en pie. Fueron otros, los de enfrente. Me queda por cumplir el sueño de entrar en ese piso algún día. He pasado varias veces por allí, pero nunca me atreví a llamar. Pero, lo haré!!! Y de la Rosita, quizás siga desatascando el bloque lechoso de la alcantarilla...
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