"EL AÑO QUE ME DEJASTE..."
No soy una niña, tengo más de tres mil años. He vivido tantas vidas que me han hecho muy mayor, pero siempre una ´shiquilla´. Hay, bajo de mí, dos hermanas hundidas que no se fueron nunca, las visito y les charlo en la orilla, sé que, desde el fondo de nuestra Caleta, me escuchan. Me han hablado y quieren que os lo cuente: En tres milenios, mis hermanas Gadír y Gades han observado cómo sus habitantes han sobrevivido a conquistas, reconquistas, muchas guerras e invasiones que el pueblo defendía con armas caseras y hasta con tirabuzones. Somos muy de andar por casa, nunca sofisticados ni de apariencias de fachadas huecas. La ostionera es nuestro escudo y con ella se vistieron nuestras murallas. Fuimos la cuna de la libertad porque somos el origen de una vida particular, única y hasta ahora, pensábamos que inmortal.
Muchos cañonazos nos han salpicado, maremotos que lo intentaron y casi ganan. Algunos dicen que fue una imagen la que paró esas aguas, pero fui yo, la ciudad, la que las detuvo, con las entrañas de los gaditanos, la que luchó contra esa muerte que pretendía hacernos desaparecer. Hablamos y decidí darnos otra oportunidad. Reconocí demasiada belleza y me vine atrás; no quise reunirme con mis hermanas en ese fondo donde ellas habitan y nos vigilan.
Cádiz es un tesoro heredado. Es la pieza original, siempre expuesta al alcance de las manos y pies que gozan de ese privilegio. Las vitrinas no son para ella, prefiere respirar el aire que nos sorprenda a la hora que venga; da igual, aquí estaremos para bailar o volar con él; nos sabemos todos los pasos y a la que salte, allí estamos.
Unas décadas más tarde, nos reencontramos con nuestro pariente más cercano: la LIBERTAD. Jugaron con ella: unos nos la devolvieron en buen estado y otros pretendían hacer de ella una artista de tablao para los visitantes al compás que nunca marcamos en nuestra calzada.
Una forastera gobernanta, sin mamar de pecho gaditano, nos disfrazó con trajes ridículos que chillaban al lado de nuestros ropajes clásicos y emblemáticos. Nos dejó calles diferentes y una gran cola de impagos a los comerciantes que fiaron y se fiaron de ella...
Un soplo de levante la reemplazó, no tuvo muchas opciones de movimiento; la deuda asfixiaba nuestras calles y plazas y muchos años necesitó para respirar por sí misma. ¡Qué pena de tu ida, un gaditano de corazón!. Con tus aciertos o no; con tus pros y contras, hiciste hasta dónde el tiempo y la sanación de los números rojos te permitieron.
Pero, ese año que me dejaste, volvió un pariente muy cercano de aquella no gaditana que nos alteró las cuentas sin contar con nadie. Tampoco nació en Cádiz, y escaso sería el dolor del maltrato al que la está sometiendo: CÁDIZ ESTÁ EN VENTA.
Y ya queda poco que vender. Los gaditanos/as somos los extraños frente a los advenedizos que la okupan desde el registro de la propiedad. Los gaditanos, siempre protegidos por sus murallas, son expulsados hacia el extramuro. Cadi Cadi se desdobla y sólo resta ese Cádiz comprado por extraños y vendido por ese forastero sin alma cuya cartera se abre para cruceros y visitantes de unas horas a cambio de las vidas asentadas en nuestras casas.
Tenemos un alcalde, no gaditano, al que no le duelen prendas de tanto valor que las pone a la venta de cualquier postor que no las tratará como se merecen porque es una mercancía de intercambio entre ambas partes y donde no tiene espacio el pueblo como dueño y guardián de esta riqueza.
Y ahora qué? y mañana qué?. Cuando la ciudad enferme de melancolía de ayeres puros que se fueron con los expulsados a otra parte; cuando la ciudad se sienta prostituida por unos desalmados que la explotan y abusan sin piedad, qué será de ti, Cádiz? Ya no deseará disfrazarse en carnavales, demasiadas máscaras que no la representaban; irá con la cara lavada hacia esa orilla buscando el calor de sus hermanas.
Y, entre ellas, recordarán ESE AÑO QUE ME DEJASTE...
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