"VUELVE A CASA, FELICIDAD"
En aquel pueblo, sus vecinos sólo ansiaban que les tocara la felicidad, a través del gordo navideño o con una simple sardina; la repartirían igual. Las casualidades los habían enlutado y la alegría también se tiñó de tristezas. Ni una sola casa fue agasajada con la llegada de alguna sonrisa desde hacía..., nadie supo cuándo empezó. Era una tierra tímida, las carcajadas no venían bajo los brazos, pero algunas leves sonrisas caían de vez en cuando: si llovía y mojaba la reseca cosecha, o el cartero sólo llamaba una vez y no era una mala noticia, o el cajero funcionaba mientras se hospedaba en la plaza, Juanito, el del bar, no estaba de mal humor al servirte el primer café; Luisito sumó bien en la pizarra; Carmen no iba despeinada; Carlos conservaba sus tres cabellos sin perder el siguiente la misma semana, Mercedes se reencontró con diez euros en un antiguo bolso; María estrenaba periódico antes que el pueblo de al lado; el mercado estuvo abierto y concurrido ( tres personas casi coinciden); la parroquia ventilaba como cada mañana el vacío de misa de ocho; el ayuntamiento mantuvo su ventanilla abierta de quejas sin ellas. Todo estaba en su sitio, eran los herederos de muchas generaciones y costumbres; nada nuevo bajo el sol.
Cesaron las lluvias y sus hijas, las lloviznas, desaparecieron también; el cartero no volvió; Juanito, el del bar, desoía los pedidos; Luisito restó mal en la pantalla; Carlos se colocó un sombrero; Mercedes perdíó cincuenta euros no sabe dónde; María no leía qué pasaba fuera, ni tampoco dentro; el mercado rebosaba de palets desnudos en rincones sin apilar; el párroco se confesaba todas las mañanas y algunas tardes; el ayuntamiento descolgó la ventana y ver mejor la nada.
Cuentan que en alguna casa se paró un reloj, nadie atinó a resucitarlo ni tan siquiera en la UCI más cercana perdida en alguna ciudad. Los días transnocharon y cayó la vida del lugar. Hoy, muchos lustros más tarde, grandes telarañas han cubierto cuerpos de estatuas y camas sin sueños. Sólo Carlos, el único que ya no tiene nada más que perder, anduvo unos pasos por si esa añorada felicidad se hubiera escondido en las raíces de la huerta.
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