"S.O.S.: UNO QUE RESTA..."

 

En un par de meses, empezará el último año del primer cuarto del siglo XXI. Con respecto al XX, sólo observo la diferencia de que, al menos, a la década de los veinte se le denominó "los alegres años" y, también "los años locos". Esa supuesta alegría era paralela a la locura. Fue un periodo de pausa entre guerras de odios, rencores, venganzas, sangre y muchas muertes. Poco duró esa alegría, esa pausa de no querer ver, no oír y callar lo que una gran cortina ocultaba los ensayos que preparaban para el reestreno del terror.

España estaba perdida en su propio mundo. Una monarquía trasnochada, egoísta, inmadura cedió su trono y su corona a una dictadura que daba palos de ciegos por doquier y sólo sumaba desaciertos. Ambos fueron nefastos para el país: más guerras y sangres en sus haberes. La puerta de atrás del palacio se abrió y escaparon ante el rechazo de las urnas. La República era un soplo de vida para una mitad y una asfixia de muerte para la otra. Nadie escuchó a nadie, el nuevo régimen nació huérfano de fuerzas y su debilidad se hizo pronto visible. La España rancia no admitía perder sus derechos adquiridos y la otra España luchaba por adquirir lo que siempre le negaron. Todos conocemos el final: ganaron los malos. Y la maldad no muere entre los que avivan ese fuego que nadie supo apagar para evitar rescoldos. 

A finales de 2024, el balance actualizado es que la tristeza y el desencanto ganan por goleada. Cada día y a cualquier hora, una sucia noticia salta a la palestra. Cada cual hace y deshace sus historias y las pinta del color que mejor les quede para disimular sus culpas. Son muchas Penélopes: la que teje bonito de noche y la que ensucia lo tejido para disimular los puntos saltados en esa labor. Al final, nos queda la nada, sólo pecados en un mar revuelto en el que las aguas se tornan fecales e insalubres. 

Muchos tiempos, golpes, marcas violetas, luchas y pancartas demandando, que no suplicando por ser un derecho humano, para que entre la mujer y el hombre no haya diferencias y que esa desigualdad de géneros sea derrocada como las dictaduras que actúan sembrando miedos y anulando libertades.

No hay nada más triste que la decepción. El dolor del desencanto, la caída de un luchador falso entre verdaderos que manche de violeta lo que creíamos blanco. 

Es una noticia desgarradora, la que nunca debió producirse. Necesitamos cordura más que nunca. Que lo tejido no se manche ni se desbarate perdiendo el hilo de caminos futuros y nos desande lo ya recorrido. No ocultemos lo visible mirando para otro lado. El violeta es llamativo y ningún maquillaje lo debe ni puede ocultar. 

La valentía de una persona se demuestra con el reconocimiento de su primera falta de lucidez en una acción irracional y tomando conciencia desde esa primera vez, aceptándolo con una retirada temprana y paralela al momento en que ocurrió. Si su desequilibrio mental fue el que lo condujo hacia ello, también debió tener algún momento de lucidez  en el que tomar conciencia de ese daño irreparable hacia mujeres a las que convirtió en víctimas de sus acosos y de su deslealtad hacia la lucha aparente que mantenía a favor de la igualdad entre sexos y contra el machismo cavernario. Hoy restamos a una suma importante. 


Comentarios

  1. El que quiera restar, que se multiplique por cero. Dixit.

    ResponderEliminar
  2. Atónita y desencantada estoy. Era mi esperanza para que las cosas fueran cambiando y con moderación.
    ( Nicasia)

    ResponderEliminar
  3. Yo pienso que el cristal con que se mira es fundamental mi mirada positiva ve el lado bueno,los niños son la generación cristal vienen con las nuevas tecnologías

    ResponderEliminar

Publicar un comentario