"LA NAVIDAD: EL PARIENTE RICO DE LA ILUSIÓN"


 Hace unas décadas, tener a un tío en las Américas era la solución y la esperanza para que, algún día, sonara una voz por teléfono o apareciera una mágica carta en tu buzón avisándote de que te quedaste como su único heredero. Por aquellos tiempos, se hicieron grandes fortunas allende los mares; eran tierras prósperas para el que las trabajaba duramente y sabía gestionar sus negocios. Tristemente, de esos tíos perdidos en ese continente sólo nos queda la leyenda y el deseo de que resuciten encarnados en otra materia que nos saque de este vivir diario en el que se lucha por la supervivencia cada veinticuatro horas y con algunas de descanso para los privilegiados que tienen el lujo de ese disfrute.

Esta es la realidad, triste, cansina, repetitiva..., un bucle en el que nos metemos y al que agradecemos que se quede con nosotros. Y de ahí nacen los sueños, los únicos posibles de cambiar esa monotonía vital. 

El mundo se ha inventado un par de semanas antes de morir el año en el que todo se pretende pintar de rosa para verlo con las gafas de la felicidad. Dormimos con un boleto bajo la almohada en el que depositamos nuestros sueños de cambios hacia la prosperidad y las buenas intenciones. Los deseos se vuelven muy caros, las esperanzas se depositan en décimos y participaciones que descorcharán espumosos para unos elegidos, teniendo el resto que conformarse con la salud si se diera el caso de que gozase de ella.

Llama a la puerta ese pariente rico que aparece por estas fechas, se le abre gustoso. A él, de su fortuna de antaño, sólo le resta la tradición de visitar a sus familiares; estos los reciben con abrazos y besos pensando que es posible que de sus bolsillos, cada vez más ajados y zurcidos, broten monedas de oro que den ese vuelco a su existencia.

No le preguntan, se limitan vender la piel del oso que les ilumina y allá que van esos días bañándose en ese oro de pocos quilates pero suficientes para encender esa mecha de los deseos.

La gente se tira en masa, siempre acompañada de ese "tío ilusionante" en busca de esa felicidad ciega por dejar sus lentes en casa para no ver mejor.

En los mercados se escucha el : todo está carísimo, pero es navidad...; en los bares y restaurantes se consume sin hambre ni sed..., pero es navidad; la familia sí tiene de todo..., pero es navidad...; sé que no le gustará mi regalo..., pero es navidad; sé que no me tocará la lotería..., pero es navidad; la familia no se soporta..., pero es navidad. Aquellos que no tienen nada por lo que soñar, reciben regalos con fecha de caducidad, sólo durante este par de semanas tienen derecho a ser personas con el estómago menos frío..., es navidad.

Ese pariente sobrevive con el mundo hasta los primeros días del frío enero; él ya se tiene que marchar, está agotado, ha dado todo lo que tenía y lo que no. Retorna a su mísera cueva con la ilusión de volver más recuperado en diciembre y seguir alimentando a los que se nutren de él. El 7 de enero, las tiendas siguen abiertas, los precios se adaptan a las circunstancias para seguir comiendo con los sobrantes de aquellas mesas recargadas, que vuelven a vestirse con ese mantel de cuadritos de vichy, adornado con una vajilla agrietada, vasos desiguales y cubertería deshermanada. Ya no importa, ya no es navidad.


Comentarios

  1. Lo bueno de la Navidad es cuando termina.
    ( Nicasia)

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  2. A mí me encanta el 8 de enero, que ya pasó todo.

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  3. A mi ya no me gusta la Navidad

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  4. El mundo se ha inventado un par de semanas antes de morir el año........Ojala solo fuesen dos semanas, en realidad son dos meses, donde compiten ciudades y pueblos por ver quien gasta mas. No se sueña, se despilfarra. Lo simple, lo modesto, ya no tiene valor. Los paquetitos , regalitos, comidas y festejos, han eclipsado por completo la esencia de estas fiestas.

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  5. Anónimo5/1/24, 7:28

    Yo creía que era el único grinch de la Navidad! Todos los años, cuando se va acercando me ataca algún virus y supongo que es porque me produce tal estrés que me bajan las defensas y viene el trancazo. Es por eso que a mí también, lo que más me gusta de la navidad es el 8 de enero.

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