"LA FUENTE DE CHOCOLATE"


Pasear una tarde de domingo en julio y sobre las cinco de la tarde por cualquier ciudad puede dar lugar a historias surrealistas de las que aparecían en los desiertos en busca de un oasis y que hasta en el TBO llamaban espejismos. No teníamos hambre, tampoco sed y la temperatura de ayer era de alivio. No se daban las bases para crear una historia dramática ni angustiosa de ir arrastrándose sin aliento hasta un mísero charco donde apagar esa sequedad de sus bocas que desfallecieran con ellos. 

Hacía tiempo que no caminaba por mi barrio, muchas tiendas ya no son lo que fueron para siempre y otras se han reencarnado en espíritus que campan a sus anchas sorprendiendo a los viandantes que ya no lo son tanto. Una esquina muy antigua que no para en su intentos de renacer y seguir respirando como sea, fue durante su vida más larga una exquisita perfumería cuyo glamour se expandía desde la distancia que te conducía hacia ella. Pasó a otra vida y se llevó consigo sus fragancias. No tardó mucho en llorar su vacío, un extraño bazar la ocupó sin identidad propia ni olores atrayentes. El cartel de liquidación se empezó a escribir a los pocos meses y se fue. El espacio tardó en reponerse de esa ocupación venida de oriente cuya diversidad en sus productos la dejó desubicada y perdida de quién era. Años o meses pasaron y encontró nuevas vidas ocupándose de que durmiéramos a gusto: colchones, almohadas en todos sus formatos bajo un nombre muy popular para el pueblo, pero muy exclusivo para un conocido principado europeo fue su carta de presentación. Eran tiempos de crisis, la pandemia y su corta vida acabó con esos sueños que prometían ser felices por el eterno. Fin.

Cuál no sería mi sorpresa al encontrármela ayer vestida de empanadería y muy rellena de diferentes sabores. De origen argentino, ofrecía en sus vitrinas el alma que debió conducirla hasta esta otra parte del mundo. Aprecié su esfuerzo y coraje para emprender, tan lejos de sus orígenes, nuevas esquinas en las que intentar salir hacia una vida mejor que la contiene su tierra ahora. Le di la bienvenida, le compré mi almuerzo de hoy y, al marcharme, creí ver ese espejismo popular que echaba de menos en esta historia desde su comienzo: una fuente con su grifo presidía uno de los laterales de la tienda. Una marca muy conocida era el espónsor de su mantenimiento. Pregunté cuál era su misión, no parecía que fuera el agua su contenido y no lo era. De su palanca, con un leve movimiento hacia abajo, emanaba la dulzura de un chocolate mágico que bañaría sueños inesperados cercanos a la magia. Le di las gracias a la dependienta y le deseé que esa fuente fuera el presagio de mucha suerte en su esquina dulcificada y tan merecedora de que esta sea una larga estancia porque no es tan fácil de olvidar los sinsabores con los que voló hasta llegar aquí.

Comentarios

  1. Lo explicas de tal manera que he visto una película a través del tiempo. No es peloteo. Me encanta la forma de expresarte. Cualquier detalle sin importancia tú lo conviertes en poesía. 👏👏👏

    ResponderEliminar

Publicar un comentario