"LA MAÑANA DE AYER"
Mis salidas son muy escasas, me agotan. Piso la calle cuando no tengo otra opción. Ayer fue uno de esas mañanas que mis zapatos anduvieron por mi barrio y osé llegar hasta la entrada de la calle Ancha. Toda una heroicidad vivir esa aventura. Las calles siguen abarrotadas; las tiendas, por desgracia, menos. Veraneantes trasnochados alargan sus vacaciones y okupan los pocos centímetros libres de los adoquines. Hay que sortear el laberinto hasta llegar a la meta de cada objetivo de este no paseo. Mis pies y mis manos son más pequeños de lo habitual; una pisada mía equivale a dos o tres de una talla estándar. Lo positivo de mi tallaje, siempre lo vi y sentí así, era (ayer dejó de serlo) librarme de pisotones de los viandantes por ser más difícil dar en esa escasa diana. Pero, no. Por la calle Columela, el accidente estaba esperándome: un señor inválido y postrado en una silla de ruedas de las automáticas, debió girar y meter la cuarta y se posó sobre mi diminuto 30 y poco. Di un grito, él