"LA ÚLTIMA MONJA: ADIÓS, SOR OLEGARIA, ADIÓS"


Simpre vestida con su hábito blanco, sólo fue azul bajo la norma de su orden que ella cumplía sin cuestionar. No es cierto que el hábito hace al monje. Ella era única y lo fue hasta ayer en la tierra; hoy, en alguna otra parte del universo, lo sigue siendo. A diez días de cumplir los cien, el número diez era su nombre y su adjetivo. La conocí siendo una parvulita y, desde entonces, su amor me protegió todos los días que estuve a su lado. Fui una privilegiada, pero no la única, dispensaba el mismo trato a todas las que nos criamos con ella. Y por más amor que daba, más tenía para seguir repartiendo. No existió el descanso en su DAR, nunca soñó con medallas por su labor; su sonrisa siempre brillaba más; sus palabras y sus oídos para escuchar eran sus signos de identidad. 

Fue una mujer que se entregó en cuerpo y alma a una causa muy por encima de la entrega vacía que ofrecían sus compañeras de fe a las que nunca observé desprender enseñanzas con sus ejemplos. Porque ser monja no es vestir o portar insignias que distingan esa vocación hacia un ser superior invisible; porque ser monja es amar a los visibles, a los cuerpos que, aun perdidos, siguen siendo personas que sufren y vagan desarropados y  estómagos fríos. Ella estuvo allí, con ellos, con todos. Cerrada la orden de las hijas de esa "supuesta caridad", sólo ella siguió cumpliendo con esa promesa que su alma se hizo antes de nacer, en el vientre de su madre, y que deja huella como ninguna antes hizo. Hoy, el comedor de María Arteaga sentirá un cucharón vacío en el reparto. Sus casi cien años de bondad; de justicia; de igualdad para todo el que se sentara en la mesa; de amor más allá de una creencia particular que termina con la clausura de un convento, no la alejaron de su vocación innata, porque siempre quedan necesitados aparte de lo que dicten u obliguen a cumplir mandatos de superiores. Ella supo por dónde continuar sin más ayuda que la que le dictaba su corazón, tan fuerte como ella y que ambos se pararon ayer para continuar, sin duda, en otro espacio infinito en el que la caridad sí será INMORTAL.

HASTA SIEMPRE, SOR OLEGARIA!!!

SOR, HERMANA, FRATERNA, MADRE, ENTREGA, BONDAD, IGUALDAD, GENEROSA, LABOR SIN DESCANSO, DANDO SIEMPRE.., ¡LA ÚNICA MONJA, LA ÚLTIMA!.

Comentarios

  1. Era grande su sentido del humor. : "Con la ayuda del vecino mató mi padre un cochino", utilizaba esta frase si te cogía copiando.
    No la olvidaremos, D.E.P.
    (Nicasia)

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  2. Qué grande era en ese cuerpo tan pequeño!!!

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  3. Bondad y entrega y humildad .

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  4. Después de tantos años seguía acordandose de mis apellidos, mi profesora y mi querida Sor cada vez que me veia se reia de esa epoca del cole

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  5. Si la entrega sin límite y la luz se puede reflejar en una persona esa era Sor Olegaria.

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  6. Sor Olegaria, mi monjita preferida, siempre te recordaré.D.E.P.

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