"CUENTO DE VERANO: ENAMORAO DE LA LUNA"


 A Ojosnegros se le acercaba la noche, caía lenta sobre él, tan esperada desde que el sol  se la arrebató. Él era grande, robusto, fuerte, recio y enamorado. El campo se volvió oscuro, sus ojos azabaches miraban al cielo, esperando, esperándola. Despacio, silenciosa, la hierba se encendió de verde, ya estaba cerca, ya apareció. Ojosnegros sentía igual que su primera vez; su rubor también quedó a la vista de ella y ambos se sonrojaron en ese reencuentro. Se amaban así, con sus miradas fijas, los ojos derrochaban palabras en esas noches mágicas donde ella podía asomarse plena, sin nubes que enturbiaran sus momentos.

Pasaban las horas y se presentaron  los silencios; las largas noches de verano abrigaban dolorosos amaneceres y ellos lo sabían. Iba a ser la última, y lo sabían. El sol arrojaría rayos que anunciarían finales para Ojosnegros y para el amor. Él era inocente, jamás cometió delito alguno, pero eso no importaba, estaba llamado a la muerte sin juicio, sin cargos, sin defensa; su sentencia la firmó el pueblo y eso era ley. A las cinco, y en la plaza pública, daría su vida reclamada por esa multitud sedienta de crímenes con los que regocijarse y jugar unas horas; a la noche, ya habrían olvidado y estarían a otra cosa. Todos eran cómplices, todos eran criminales. Encenderían la cabeza de Ojosnegros para perseguirlo hasta el fin de su diversión, coincidiendo siempre con  la vida del inocente.

La noche despejada se envolvió en nubes tristes que arrojaban lágrimas incomprendidas goteantes de  lamentos por no decirse ese adiós. Ella, grande, muy grande, infinita, recia, fuerte y enamorada llamó a esas nubes en barbecho  del estío; vinieron muchas, muchas; encadenadas las llamadas, se hicieron presentes y aguardaban con ella y con él. A las cinco de la tarde todas estaban en el campo de batalla, armadas para entrar en combate. Todas a una, abrieron sus alas y estas derramaron mares inundando campos, plazas y calles. El gentío se quedó atrapado en sus casas; la fiesta, los banderines y los fuegos murieron esa tarde a las cinco. A las doce, Ojosnegros  esperaría a su Luna y tan enamoraos como siempre.

Comentarios

  1. Qué bonito y real!!
    Se estremece el corazón!!
    Un beso enorme Mobi!!

    ResponderEliminar
  2. Dependerá de la educación de las nuevas generaciones.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario