"EL INFINITO EN UN PUNTO"

 

      

 

                                                                                                                              


    Aprendieron a estar temprano en su puesto trabajo, esa era la primera condición para aceptarlas. Las imagino perfectamente posicionadas y organizadas, erguidas algunas; otras, por su constitución, no tanto, pero todas deseosas de salir. Aún no saben cuáles de ellas serán las elegidas hoy y las que deberán permanecer en el banquillo hasta que se las saque al campo. De entrada, ya forman varios grupos según sus formas y usos. Por un lado, las grandes, las mayores que ya tienen su sitio determinado formalmente. Siempre van las primeras, en la avanzadilla, son las abanderadas y las que marcan los tiempos y los espacios entre ellas. Las otras, las menores, les siguen sin protestar, no puede ser de otra manera o ya estarían errando gravemente. Muchas tienen el privilegio de portar cascos protectores que les ayudan a ser más relevantes que las otras que se quedan más apagadas y que les resta la voz potente que tendrán las primeras. Estarán las muy marcadas por ir acompañadas de lanzas o espadas dependiendo de cómo sea el juego: rectas o curvas, al comienzo y al final de cada fila que las necesite. Muchas más deben aparecer para que todo quede claro, diáfano, sin posibilidad de confusión en su actuación; sus ausencias pueden provocar el caos; también, entre ellas, existen la jerarquía y sus tiempos. Jamás irán al comienzo, su labor es ir entre la tropa, respetando los espacios y las intenciones del que las convoca; son más pequeñas, suelen ir solas entre espacios o, bien, acompañadas si no se conoce cómo acabar definitivamente; en caso de no haber dudas, su lugar será el último y sin más compañía que la de ella misma. Existen muchas variantes en esta modalidad, muchos las ven como sombreros a modo de adornos y piensan que son prescindibles, gran error. Todos los ya mencionados existen, están siempre a la espera de que vengan a buscarlos; saben que están creados para una importante misión y que no deben alterarse ni ir por su cuenta sin contar con el resto. Todos son precisos y fundamentales. No nos olvidemos nunca del papel que juegan porque alteraría el marcador final.

    Cuando ya tienen clara su posición de juego, comienza la selección con criterios diferentes según dónde, cuándo, cómo, con quién... se vaya a disputar o a celebrar el evento.

    Aquí, ya no son protagonistas las formas, ellas ya conocen su papel y están reservadas para más tarde. Ahora, es el fondo del campo el que interviene decidiendo todos los contenidos que van saliendo o los que se quedarían rezagados por si les invadiera el pánico escénico. El mayor problema es que no siempre se mantienen en su sitio sino que saltan de uno a otro por las dudas de su verdadera identidad. Son momentos peligrosos donde se arriesgan mucho, tanto que podrían ser desclasificadas y apartadas para siempre del escenario y quedarse en el desván para los restos de los tiempos de la memoria.

    Algunas ya presumen de pertenecer a la clase privilegiada por ser las más usadas para dar alegrías y, por desgracia, también, muchas penas. El sol es el director de escena, el que marca cuáles serán las que aparezcan o las que se queden guardadas hasta nuevo aviso. Si reluce, no hay duda de que serán las más bellas; si las nubes lo tapan, serán las otras, las más amargas las que decidirán el final del encuentro. Ambas luchan por triunfar y, a veces, hay empate y son los emplazamientos los que decidirán su futuro. Entre medio, los conectores tienen, tambíén, un importante papel que puede unir y ayudar o, por el contrario, cansar por sus mútiples apariciones llegando a ser aburrido y previsible en sus jugadas.

    En verdad, todas tendrán su oportunidad, ya sea protagonista o secundario, Todas tienen vida propia una vez que empieza la actuación y, ahí, es dónde radica la importancia de que conozcan bien su misión para que esta llegue a buen término y suban al podium de la victoria final o que este sea el final sin la victoria.

    Mayúsculas, minúsculas, tildes, exclamaciones, interrogantes, seguidos, dobles, suspensivos, finales, virgulillas, comillas, paréntesis, corchetes y demás parientes junto a las palabras conforman la familia infinita que nos une o nos separa, que nos ama o que nos odia, que construye o destruye nuestra vida. Sin ellos, nada nos distinguiría entre los seres vivos. Tenemos un código inmenso creado por y para los humanos. Usémoslo.


     

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