"LA CUESTA DE JULIO"

La siempre temida cuesta de enero lo es por los bolsillos enfermos después de unos largos días de desgaste, es una consecuencia, una resaca monetaria que se cura o se mejora con la nómina de febrero.

En cambio, la de de julio llega en pleno mes, in situ y como causa de la obligación de unos días de vacaciones, para quien las tenga, o para los que ya no aspiramos a tenerlas porque se nos ha pasado el arroz con la jubilación. 

Que un mes te empuje a cambiar por varias semanas, a alterar tu vida disfrazándote de turista, viajero incansable, ansioso por una paella, unos vinos y una sofocante estancia es una obligación añadida a las muchas que ya tienes. Has de disfrutar de ese ocio impuesto sin más remedio o te considerarás una persona fracasada que no alcanza el nivel de los que sí están en esa noria, ahora en alto, que bajará a la vez que tus ánimos cuando todo se acabe y vuelvas de esa nube de humo.

Julio es un mes falso, más que agosto, por empezar antes y dejarte con los pies colgando tan pronto con esa idealidad temprana y breve, que te dolerá en tus carnes, mientras duren los treinta y un días en los que parten los que están en la cola esperando su turno para vivir lo mismo;  mientras, tú sólo tendrás desayunos de recuerdos engordados con más margarina en el pan y una memoria más cebada.

Vivir en Cádiz te alivia de buscar playas y de acudir a ellas; es una ventaja elegir sin duda. Viajar este mes, insisto, un deber para la mayoría más que un placer. Andar en masa por los lugares donde has de autorretratarte para que tu pasaporte digital luzca en las redes sumado al asfixiante calor son precios demasiado altos por un peaje narrativo con el que sobrellevar los siguiente once meses donde tus pies estarán lejos de la luna y pisando tierra firme.