"LA ÚLTIMA MONJA: ADIÓS, SOR OLEGARIA, ADIÓS"

Simpre vestida con su hábito blanco, sólo fue azul bajo la norma de su orden que ella cumplía sin cuestionar. No es cierto que el hábito hace al monje. Ella era única y lo fue hasta ayer en la tierra; hoy, en alguna otra parte del universo, lo sigue siendo. A diez días de cumplir los cien, el número diez era su nombre y su adjetivo. La conocí siendo una parvulita y, desde entonces, su amor me protegió todos los días que estuve a su lado. Fui una privilegiada, pero no la única, dispensaba el mismo trato a todas las que nos criamos con ella. Y por más amor que daba, más tenía para seguir repartiendo. No existió el descanso en su DAR, nunca soñó con medallas por su labor; su sonrisa siempre brillaba más; sus palabras y sus oídos para escuchar eran sus signos de identidad. Fue una mujer que se entregó en cuerpo y alma a una causa muy por encima de la entrega vacía que ofrecían sus compañeras de fe a las que nunca observé desprender enseñanzas con sus ejemplos. Porque ser monja no es v...