Aún entreabiertos,  mis pupilas se dilatan cuando me roza, claros se asoman en techos de cristal escondidos tras sus perfiles fijos que hacen sombra. Me estremezco, los descubro, me cubrirán de memorias en el viaje que espera llevar consigo, a galope, sin pisar la tierra. Mi boca, sin rictus, queda quedará, cuando venga. Mis letras volarán en nubes espesas, fuertes; bagajes pesados, con huellas. Mis oídos guardan caracolas de nocturnas mareas, mojadas de fina arena, sin nadie más que los vea. Lo que oyeron, se irán con ellos, como joyas sin precio, tesoros con tanto aprecio incalculables en mercados de altares celestes, cerca del cielo. Aromas bendecidos, perennes perfumes  que parten con amores nunca disueltos. Aureolas indiscretas  delatan a inconfesos, brillantes sobrevivirán  aun con sólo medio. Tactos que palpan que ya está muy cerca, Manos asidas, cosidas con sentimientos; duele romper costuras invisibles en el lecho. ¡Arrancadlas! quedarán dos trozos, cada uno con el otro;   a