Hace unos meses, pocos, me refería a este esperpento con sus iniciales; hoy, llamaremos a las cosas por su nombre: ISABEL DÍAZ AYUSO. Nombrarla es citar la locura, el malhacer, la maldad, el egoísmo, el caciquismo, el liderazgo engañoso, panderetas que callan sus ruidos, la inutilidad para los desfavorecidos, el servilismo a los que favorece a cambio de su trono e infinitos cargos que se descargan en su contra. Si fuera un ser aislado en ese mundo que ella misma se ha creado no sería tan peligroso. Lo más esperpéntico es la ceguera de los que la apoyan y que no pertenecen a su círculo mafioso y que, por ende, no obtendrán ninguna recompensa a cambio de su voto. La aclaman porque la ven simpática, graciosilla, abanderada de los bares y copas con nocturnidad y alevosía. La creen valiente por enfrentarse al gobierno nacional, y se cree una heroína que defiende a capa y espada los derechos de los que van en contra de la ley seca. Todo está nublado en esta pesadilla, los malos pasan a ser