Partiendo del origen de las palabras: monarquía (gobierno de uno solo) y democracia (poder del pueblo) la antagonía es más que evidente entre ellos. Curiosamente, el término aristocracia nos ha llegado totalmente desvirtuado respecto a su origen (gobierno de los mejores, de los elegidos) Ya hemos puesto sobre la mesa dos de los tres conceptos que son, de entrada (esperemos que pronto se produzca la salida del incordiante) totalmente incompatibles para una convivencia racionalizada. Tenemos una jefatura de estado no democrática, así de claro y evidente. Si a esto le añadimos las corruptelas de todas sus dinastías más lo absurdo de continuarlas por tradiciones sin peso en la actualidad, es fácil llegar a la conclusión de que ocupan un lugar asignado por la sangre azul y por la roja que ha corrido durante muchos siglos para perpetuarse en su trono. De las muchas connotaciones que ambos términos nos pueden suscitar, creo saber qué es  lo que vienen a representar: lo privado fren...