"TENER UN HIJO, ESCRIBIR UN LIBRO Y... PLANTAR UN ÁRBOL"
Según la historieta de ese paraíso del Edén (no confundir con mi Paraíso gaditano), estaba habitado por una parejita: él con una costilla menos, y capaz de modelar cuerpos femeninos con barro y, ella, trepadora a las parras donde guardaba su vestuario de las vergüenzas, no muy variado por cierto. Dicen que se llevaban muy bien, solo debían quererse mucho, descansar y seguir queriéndose mucho (ah, tuvieron un par de niños, dicen. Uno de ellos, parece que una mijita envidioso de su hermanito y decidió ser hijo único; mal empezamos...). Esos jardines o huertas o ambas cosas, se les concedió en usufructo, no en propiedad. A cambio, solo tenían que apartarse de un arbolito que estaba reservado para alguien que nunca acudía y lo dejaba, por tanto, "plantado", siempre. Estaba de muy buen ver, lleno de frutos (que debieron confundir con el usufructo...). Un buen o mal día, Eva se fijó en él y dijo: quiero una manzanita (no una pera, ni un melocotón, ni una naranjita, no...