Tengo en mi alma un jardín donde vive mi rosa blanca. La cuido a todas horas, siempre está y siempre estoy cerca porque está en mí. Me gusta contemplarla, aunque solo sea desde la ventana de mi pensamiento, la miro y la admiro. Es muy bella, es la única, es el TODO. Creció abrigada con mucho amor, con todo el que teníamos y mucho más según pasaban las horas, los años y  hasta hoy; nunca le quitaremos ese manto de amor del que la cubrimos sus padres. Jamás.  Queríamos rosas, las soñábamos, las deseábamos, algunas se acercaron para brotar pero se marchitaron pronto. Todas se fueron para dejarte tu espacio, tu sola presencia bastaría para nuestro Versalles particular. Sigues creciendo en belleza como todo lo que es bueno y digno.  Tus raíces son sanas y fuertes y ningún viento podrá contigo, pero, tú sí que podrás con él. Tus pétalos se abren cada mañana y se bañan del rocío que las empapa quitándole algún mal sueño si es que lo hubo. Si alguna hoja cayera, no temas, es para dejarle esp