Eslabones, cadenas, montañas, cimas infinitas de llantos apilados suben, bajando al infierno, en caídas aplastantes. Pulsos alterados en cuerpos rotos, saltan ante las derrotas continuas; empinados sus pies, desnudos  y encallados. Silencios amparados en  esperanzas de retornos imposibles, muertos. Vive muriendo los tiempos, ya es tarde, no te retardes. Ciclones trabajados paran momentos, momentos estancos de soles nocturnos. Van quitando capas de natas oscuras que cubren los sueños, sueños sin sueño, como los muertos. La montaña se desmonta, ya va  cediendo; las laderas se desmoronan, ya van  cayendo; la tierra la acoge húmeda  agradecida; esas lágrimas de otrora, regarán valles nuevos; crecerán las rosas, sus espinas se olvidaron allá en lo alto. El paisaje ha cambiado, ahora sonríe, ríe sin sobresaltos.

   "   De todo quedaron tres cosas: la certeza de que estaba siempre comenzando, la certeza de que había que seguir y la certeza de que sería interrumpido antes de terminar.   Hacer de la interrupción un camino nuevo, hacer de la caída, un paso de danza, del miedo, una escalera, del sueño, un puente, de la búsqueda..., un encuentro."  (   Fernando Pessoa)   Con un fuerte y sonoro silencio me recibieron las olas, se arremolinaron a mi alrededor, como un corrillo de niños durante el recreo, queriendo escarbar en mis secretos. Por fin, una de ellas habló: ¿Por qué huiste de la montaña?, lo soltó así, como lo hacen los seres puros, con toda su inocencia. Le respondí lento, queriendo poner palabras inesperadas a esa difícil cuestión..., la montaña enterraba mi dolor escondiéndolo de mi vista pero con tan poca profundidad que, apenas caían tres gotas, volvía a asomarse retornando a casa enseguida. La montaña siempre está quieta, no se rebela contra qui