Corría el año de 1876 y, en Cádiz, se sobrevivía, una vez más, tirando de la imaginación. Los tenderos del mercado de abastos no estaban en su mejor momento. Las ventas eran escasas y  bajo el interés de los ciudadanos por abastecerse en ese lugar en concreto. No, no se les iba a dejar morir, había que echar mano de alguna estrategia que los sacara de esa situación. Y  pasó, el entonces alcalde de la ciudad realizó una estrategia brillante (sin internet, ni redes sociales) consistente en adornar los puestos, la plaza y su entorno, sin olvidarse de una orquesta que amenizaría los bailes frente a la puerta principal del mercado. La iniciativa se materializó un 31 de octubre (vísperas de todos los santos) y tuvo un gran éxito; se vendió toda la mercancía. Un siglo más tarde, apoyado por ASODEMER y el Ayuntamiento, se crea un concurso para premiar la originalidad y calidad en los decorados de los diferentes puestos. Hoy se sigue manteniendo esta tradición (ÚNICA EN TODO EL MUNDO) ...