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"¿BOTELLÓN? ¡ NO, GRACIAS!

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Ya os conté mi apego, desgraciadamente, al tabaco. Afortunadamente, no me pasó lo mismo con el alcohol. En mi juventud, tuve un par de feos encuentros con él y fueron más que suficientes para aprenderlo. Evidentemente, el alcohol, a diferencia del tabaco, no es nocivo si las dosis son las correctas y se toma como pareja de los sólidos que potencian el maridaje perfecto entre ellos. Estos momentos de vinos y rosas son perfectos porque se busca el placer de saborear su aroma, texturas y demás. Hasta aquí, es sano y recomendable para quiénes deseen hacerlo. ¿ Dónde está el problema entonces?, está claro, en su finalidad al usarlo. Si ya no buscas el placer con él, a través de él, sino, después de él, ahí ya hay un serio y grave problema: la necesidad de emborracharte para evadirte a continuación. Muchas veces, se empieza por la imitación con el resto de la pandilla o por la timidez que no te permite ponerte a tono con el resto que sí está ya entonado. A partir de ese momento, de ese prime