Si fiar es creer lo que alguien te promete, se convierte en pagaré de la confianza al confidente. Si confiar es dejar en manos de un prometido deber, el que fía es porque se fía de esa confianza obtenida del día a día, y cada día. Si desafiar a la suerte de un confiado  es peligro malsano, no des tu mano  al desconfío vaya que tu lazo se rompa por temer un desafío con tus dudas por las deudas que te vivirán en vilo. Si tu autoconfianza te sirviera como plena fianza de aquellos en los que crees, no dudes de la fe que le diste  ni pierdas la esperanza de que volverá a ti, con creces. Que con tu voluntad diste el silencio de no recordar algo que un día hiciste. Que pierde el gesto su hermosura de lo que por voluntad diste, si a cambio reclamas,  como engaño y con usura.