Cuando escribía un texto o esquema en la pizarra en alguna clase, llegaba el momento inevitable de tener que borrar la parte del comienzo para continuar con la siguiente porque faltaba espacio. Sucedía varias veces durante esa sesión. Siempre se me venía a la mente lo fácil que es borrar lo que ya pasó para seguir caminando por nuevos espacios. Todo pasa, todo fluye. El pasado se esconde tras un borrador que hace lo que puede pero siempre deja alguna huella de la tiza marcada en el encerado. A veces, no tenías más remedio que usar un paño con agua y dejarla como nueva, sin recuerdos de que pasamos por allí. A menudo, se escuchaban voces suplicantes  que no lo borrara aún, que les faltaba tiempo, eran más lentos... o, también algunas otras que no entendían mi letra y preguntaban qué ponía ahí, no todo se entiende fácilmente...  La vida es un tablero, verde, negro, oscuro para resaltar la blancura cuando esta aparece. Esos breves momentos en los que unas letras a contraste...