Si empiezo con la manida frase de "para gusto los colores", me tendré que definir como una "descoloría". Sí, ya se han cumplido los cinco meses desde que ni gusto ni me  disgusto. Los sabores desaparecieron y aparecieron los sinsabores; así es cómo degusto los alimentos que ingiero: el sabor de la nada. ¿Cómo aprecio lo que como?, pues, por la textura. He aprendido a desarrollar un sentido diferente ("desaborío", sí) donde valoro la ternura y que se disuelva fácilmente, dependiendo del alimento en cuestión. Nada más.  También, me robó el olor, no me sirve como apoyo para distinguir si es o no, apetitoso. Todo es cuestión de acostumbrarse, tampoco es una tragedia (al menos, para mí...). Siempre hay un lado positivo y beneficioso: he anulado el azúcar y la sal (no tenían sentido...). Y, paradójicamente, lejos de tener una vida amargada y sosa, puedo presumir de encontrarme en un momento muy dulce de mi vida y con todo el salero que da la convivencia con el...