Grises se tornan los horizontes,  que se llevan tu cara y mis heridas, que viajan al olvido de las memorias que sufrieron muriendo en el camino. Difuminan paisajes sin vida, muertos en la muerte que vivieron. que, por renacerlos, más muertos anduvieron a su destino. No asisten plañideras, no se les pide, que ya de llantos se ahogaron, secos ojos como pozos antiguos, de tanto dar sin recibo. Tierras amargas vagan hacia invisibles calles en las que ya habitan otros grises. Será uno más, el último, el rezagado que vivía, sin vivir, en ninguno de los mundos. Lejos quedarán esas sombras, añoradas por jugar en ausencias y silencios, con los colores vivos. Miro a lo lejos, y perdida queda ya la muerte que mataba;  ahora, ya soy un ser vivo.