El sol se acerca despacio, no tiene prisa, no quiere engaños. La arena está dormida sobre el asfalto, se alejó del mar seco; ya los ríos no llegan,  ya no son ríos los que allí lloran; ya no viven charcos en las aceras  que soñaban en las esquinas  sin que la vieran. Nacieron riachuelos que esperan lluvias, y anhelan fuerzas que los protejan. La playa desnuda se queda quedando quieta, espera su vestido que la engalane de fiesta en la verbena. Bailes, compases que cuerpos muevan al son de los vientos que la sobrevuelan. La playa quiere ese vestido  que la vistiera para ir del brazo de su arena fresca, más cerca de la orilla  más cerca de ella.