No, no voy a opinar sobre la que se nos viene encima los próximos días; entre otras cosas, porque esto le corresponde a los cargadores (o costaleros) que han de vivirlo desde abajo. Me limitaré a comentar los efectos secundarios que conllevan estas celebraciones: desde hace unos años, vivo justo en el centro de la ciudad (Cadi, Cadi) y, en el centro de todo lo que se mueve, se mece, se alza y se recoge a su vuelta. Estos daños colaterales los provocan los pasos ajenos con la carga que se echan sobre ellos en cada botella, tamaño familiar XXXL, y que les inducen a moverse, mecerse, alzarse pero, no a recogerse durante toda la noche. Yo, desde fuera de la tradición pero, desde dentro de mi casa, tengo mi particular y personal semana de pasión. Los gritos, cantes (a lo Maluma..., agggggggggg), broncas, peleas, golpes entre ellos y a todo lo que se encuentran terminan haciendo mella en nuestro sueño por lo que tenemos que soportar durante esta celebración paralela y ya tradicional. N...