"MOSAICOS: REMIENDOS HILVANADOS"
Vicuñas, cachemiras, sedas, algodón Pimam, lino, poliéster, algodón común,
rayón, viscosa, nailon..., tejidos diferentes de rango y alturas envuelven al
nacido avisando de su pedigrí o su ausencia. Un trozo de tela marcará el futuro
con sólo respirar y su primer llanto. Es su placenta externa que lo protege del
mundo frío que lo mira con más o menos amor.
Esos envoltorios nunca se van; se modifican a la par de su
crecimiento. En las cunas de oro, se cosen con agujas sin temores de
clavarle; todo son mimos y cuidados. Esos añadidos los coloca su aya que lo
amamanta. Su padre y su madre lo dejan a su cuidado en la confianza de que sus
roles estarán en las mejores manos; las de ellos no lo son.
Las cunas de madera recogerán a otros (las raíces del tronco difieren y sus
ramas también); sus mantitas primeras les darán calor, los reconfortarán y
cesarán llantos al acople de temperaturas similares con el mundo nuevo.
Y ya comienzan los segundos de transformación, su piel busca esparcimiento;
el tejido ya no da para más. Acuden en busca de esas telas y agujas que son su
oxígeno para vivir con la calidad que expresen una a una.
Nada garantiza que las más exquisitas se mezclen con las más ásperas; ni
paños de gasa con los de felpa.
Varias primaveras y otoños después, el cuerpo ya tendrá unidos muchos
trozos diferentes de telas y colores. En el mejor de los casos, se habrán
unidos con hilos fuertes y sin espacios vacíos que dejen agujeros por los que
escapar lo aprendido. Y así se va haciendo la persona, poco a poco, tesela a
tesela...
Ocurren desgastes, tirones, descuidos y coger agujas que reparen los
descosidos y se borren costuras indiscretas. Cuando vuelve a ocurrir en las
mismas zonas, se opta por hilvanes que soporten justo lo necesario sin más
esperanzas de vida.
Y, llega el momento de mirar ese mosaico final que resultó de aquellas
maravillosas esperanzas hasta llegar a tantos remiendos hilvanados como
cicatrices que nos recuerdan lo bueno, lo mejor y lo malo y lo peor. Pero, esa
es nuestra colcha, de la que heredamos lo que fuimos y vivimos. Es nuestro
libro, nuestra vida, nuestra historia... y muchos retales perdidos por el
camino.

Sensacional; original; ingeniosamente descrito. Y al final una vital y brutal emoción. 👏🏻👏🏻👏🏻🥰🥰🥰
ResponderEliminarMuchas gracias, querido Emilio!!!
ResponderEliminarQué bonito, qué especial descripción, me has emocionado. 🥰 🥰
ResponderEliminarEres un encanto de puras emociones. Muchas gracias, querida Rosa.
ResponderEliminarPero qué preciosidad de escrito, qué metáfora de la vida, ya nacemos con etiqueta al exterior, así es, depende de la textura que nos reconforte y que nos perdure en el tiempo, y esos retales perdidos...
ResponderEliminarMaravilla de sensibilidad querida amiga.
MUCHAS GRACIAS, Inma!!! siempre interpretas mis letras!!!
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