"CUENTOS DE TEMPORADA: PEPA"
Pepa nunca se había manifestado políticamente, pero dejaba claro que su lugar en el mundo era el centro. Su ego la obligaba a estar ahí. Si entraba en alguna reunión, el diálogo no existía. Solo su voz hablaba ante el silencio impuesto por ella. Apaleaba las opiniones ajenas sin ninguna piedad ni respeto. Su tono era implacable, capaz de asesinar cualquier otro sonido que osara intentarlo en ese nivel. Manejaba todos los palos, de todo sabía más que los demás, y eso le bastaba para justificar que no había más opinión que la suya. Así creció en el patio de su colegio, en su clase, en el vecindario, en su pandilla, en las tiendas del barrio, en la peluquería y, por supuesto, en su casa y en su matrimonio.
Todos se acostumbraron a que fuera así; ella había nacido con la palabra regalada y se creía con el derecho adquirido de ejercerlo para siempre. Ella conocía bien a sus sometidos, su labor era bastante fácil, su rebaño no cultivaba su propio pensamiento y asumía que Pepa era la voz de todos.
A finales del mes de junio, justo al término del curso escolar, el Ayuntamiento convocó, para todos sus ciudadanos, unos cursos de verano cuyo objetivo era acercar conocimientos según el nivel necesario de cada uno y cuya inscripción no requería más que contar con su asistencia diaria y voluntaria.
Pepa no tardó en manifestar su disconformidad con la intención municipal, Discrepaba por no creerlo necesario y que, en cambio, las prioridades eran otras para el pueblo: mejorar la feria y la romería, potenciar las corridas de toros, dedicar más tiempo a cuidar la imagen de la Patrona, etc. Saltó la duda entre sus vecinos; eso ya era un gran paso, no fue un no rotundo a la iniciativa de la alcaldía.
Llegó el mes de julio y esa mañana sus aulas estaban abiertas y preparadas para recibir a los nuevos estudiantes. La primera hora solo la ausencia la visitó. Carmen, mujer tímida y de pocas palabras e iniciativas, salió de su casa como cada mañana para hacer sus compras; iba tan cargada que pensó en hacer una parada en algún sitio conocido para continuar. El lugar más cercano resultó ser el colegio al que asistían sus hijos. No tuvo inconvenientes para descargar sus bolsas y proseguir su camino. Salió hasta la puerta principal y allí le llamó la atención unas paredes cubiertas de libros en vez de cartulinas con dibujos de los alumnos. Se acercó a curiosear y cogió el que estaba más cercano a su estatura. la casualidad quiso que el elegido fuera "HISTORIA DE NUESTRA CIUDAD", le pareció interesante y, pidió permiso para llevárselo a casa y leerlo con calma.
Miguel, hombre trabajador desde la niñez, se acababa de jubilar y, sin nietos a los que cuidar, su tiempo se había vaciado y solo se le quedaba la repetición diaria de los mismos metros por recorrer en esas mismas calles hasta la hora del almuerzo. En su cotidiano paseo, también él vio abierto el centro que le daría la posibilidad de modificar esa posición tan centrada. Entró. lo recibieron con entusiasmo iniciando una amena charla entre ellos donde cada cual, aportaba lo que podía o conocía. Miguel explicó cómo había heredado de su padre la interpretación que hacía sobre lo que denominó las cabañuelas y que dejó con la boca abierta a todos sus oyentes que ya eran más numerosos que al principio.
Las voces se escuchaban desde la calle llamando la atención de los que por allí pasaban o se acercaban para curiosear. La mañana se fue animando en esa antesala a modo de recibidor del colegio.
Cada uno iba exponiendo sus experiencias de vida, lo aprendido más dentro que fuera de la esa escuela casi prohibida en su juventud.
Al final de la jornada, alguno comentó que ojalá se repitiera este compartir de saberes para aprender lo que ignoraban, pero le resultó extraño que, de entre todo ese grupo, nadie se hubiera presentado como el maestro que impartiría esos cursos. La respuesta fue rápida: Los maestros habéis empezado vuestras magistrales clases esta misma mañana. Sois los mejores profesores que nuestro pueblo puede tener.
Pepa, recelosa por verse relegada a ser una más entre los demás y lejos, muy lejos de recuperar su protagonismo y su verdad incuestionable, acabó incorporándose al grupo. Su voz y su palabra se acogieron al derecho del turno solicitado y así lo aceptó.
Qué grande es Pepa, tanto por decir y enseñar y nunca alzó la voz!!! Seré yo igual?????
ResponderEliminarTotalmente cierto!!! Gracias querida Moby!!
EliminarMenos mal que Pepa se rindió. No saben las Pepas lo que se deja de aprender cd no se escucha a nadie más que a sí mismas. Besitos a ti y a tu barriguita
ResponderEliminarMuchas gracias en nombre de las tres!!!
EliminarEstupendo que Pepa rectificara de su actitud, ojalá tantas y tantos pepes como hay hicieran lo mismo. Gracias por escribir tan bonito.
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