NUEVA LEYENDA GADITANA:" HUESOS SIN SANTOS"


El mercado central gaditano, tan envuelto en flores y risas cada mañana, empezó a llorar a la caída de la tarde; a esas lágrimas, se unieron gritos de dolor punzante que despertaron a toda la ciudad. Los comentarios y miedos nacieron tempranos. Los vecinos confinados tras sus muros ostioneros, otrora protectores de mil batallas en sus años mozos, fueron víctimas tan asustadas como sus dueños. Las farolas, aterradas, se quedaron ciegas. El otoño desnudó a su paso árboles, sus ramas se alargaban hacia los balcones en busca de abrigos humanos. El mercado era el epicentro del miedo. Los ruidos sonaban desnaturalizados, no había oído capaz de destriparlo. La única vida invisible estaba dentro, en las calles del pescado, de la carne, resucitados con las almas soterradas que yacían en el cementerio que fue en su otra vida...

La ciudad, por primera vez en 3000 años de historia, estaba en silencio. Cristales rotos, con golpes secos, arrojaron restos humanos salpicados de colores extraños, tiñendo el terror con sabores sangrientos que el viento esparcía en ese aire de miedo que se respiraba y, que se fue transformando despacio en otro nuevo, distinto, desconocido. Lentamente, las barajas marcadas se fueron dando la vuelta y salieron a la luz secretos oscuros del pasado. Monjes franciscanos, enterrados bajos sus suelos, tomaron la plaza aliándose con otras vidas muertas a la venta diaria. Los olores putrefactos dieron pasos hacia los aromáticos de los antiguos vecinos del más allá... Fenicios, godos, musulmanes, judíos, cristianos, ateos, escépticos se despertaron de su largo sueño y se aliaron en una sola causa. 

La mañana amaneció con árboles floridos cargados de frutos nuevos nacidos de cuerpos olvidados, pisados sin compasión ni reconocimientos. Entregaban ahora al mundo de los vivos lo único que conservaban de sí mismos: huesos endulzados como señal de perdón hacia ellos con la única condición de que no fueran bendecidos bajo el manto de alguna fe, sin confesiones, sin religión que los separara de nuevo . Lo que es dulce ninguna creencia tiene derecho de amargarlo.

Las farolas se despertaron vestidas con túnicas raídas aquella mañana al igual que todos los 1 de noviembre posteriores. Comenzó una leyenda, ya es historia, ya es gaditana. 

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