"LA MAÑANA DE AYER"
Mis salidas son muy escasas, me agotan. Piso la calle cuando no tengo otra opción. Ayer fue uno de esas mañanas que mis zapatos anduvieron por mi barrio y osé llegar hasta la entrada de la calle Ancha. Toda una heroicidad vivir esa aventura. Las calles siguen abarrotadas; las tiendas, por desgracia, menos. Veraneantes trasnochados alargan sus vacaciones y okupan los pocos centímetros libres de los adoquines. Hay que sortear el laberinto hasta llegar a la meta de cada objetivo de este no paseo.
Mis pies y mis manos son más pequeños de lo habitual; una pisada mía equivale a dos o tres de una talla estándar. Lo positivo de mi tallaje, siempre lo vi y sentí así, era (ayer dejó de serlo) librarme de pisotones de los viandantes por ser más difícil dar en esa escasa diana. Pero, no. Por la calle Columela, el accidente estaba esperándome: un señor inválido y postrado en una silla de ruedas de las automáticas, debió girar y meter la cuarta y se posó sobre mi diminuto 30 y poco. Di un grito, él se asustó más que yo y aminoró la velocidad y justo mi zapato tuvo la ocasión de escapar, pero no fui tan libre enseguida. Perdí el equilibrio y caí sobre ese señor dejando una postal para el recuerdo de los que nos rodeaban que, sin duda, obtuvieron imágenes para esas redes universales en las que me habrán enredado hasta en las antípodas. El señor atropellador no hablaba mi idioma, ni yo el suyo. Nunca sabré si comprendió la escena tal cual o interpretó que buscaba algo más de él al caer sobre su cuerpo de una manera tan tajante y extraña. Nunca lo sabremos. Sobre mi pie atropellado no hubo daños, mis zapatos siempre me han quedado grandes y holgados y fue lo que lo salvó. En cambio, mi espalda sintió el dolor horas más tarde y me dejó postrada en el sofá que, afortunadamente, no tiene ruedas.
NOTA DE LA AUTORA: mis también pequeñas manos plantean problemas entre mi hija y yo. Cuando he de echarle el arroz o los fideos a una sopa, me dice que lo hará ella porque de un "puñaíto" de los míos, el resultado final es el de unos náufragos intentando llegar a esa cuchara en tierra.
Vayaaa! Que aventura!! Espero que estes bien
ResponderEliminarSi es que no te podemos dejar sola, hija mía!. En serio, espero que no te pase factura el accidente, que por cierto lo has relatado con un desenfado digno de agradecimiento. 🥰🥰🥰
ResponderEliminarMe buscaré una armadura quijotesca a prueba de gigantes y no molinos de viento...
ResponderEliminarAy Manoli, espero que estés bien. Cuidate mucho!! Un fuerte abrazo!!! 🥰🥰
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