"AQUÍ SI HAY PLAYA, VAYA, VAYA..."

 

                  CADI CADI (DENTRO) / PUERTATIERRA (FUERA)

Vaya, vaya..., eso, vaya usted, que yo me quedo en tierra!. Que Cádiz es un paraíso, rodeado de mar abierto y playas está más que claro (la playa de la Caleta, en Cadi, Cadi; playas de Cortadura, La Victoria y la de Santa María en Puertatierra). 

Los gaditanos llamamos al centro o casco antiguo, Cadi Cadi y, fuera de las murallas, es Puertatierra; siempre ha sido así. Si estás fuera del monumento, estás fuera; separan, a ambos lugares, unos pocos metros, pero todos los gaditanos lo sabemos; otra cosa es para los que no son de aquí, que se hacen un poco o bastante lío con esto de las lindes en plena ciudad, pero esa será otra historia...).

Empezaba diciendo que lo de la playa  está muy bien... si te gusta y sabes disfrutarla. El estar cerca de ella no es un privilegio para solo unos gaditanos, vivimos rodeado de agua por todos lados, esto hace imposible no verla y tocarla cuando lo desees.

Andar, pasear, mirar y admirarla es todo un espectáculo a cualquier hora del día o la noche, pero, para mí, es hacerlo desde arriba, lo que se conoce como Paseo Marítimo (en Puertatierra ) o el Paseo de Fernando Quiñones (en la Caleta).Hasta aquí, todo perfecto; no me busquéis abajo, en la playa, playa (aquí solemos duplicar los términos para evitar confusiones...). La verdad, jamás he soportado la arena ni el agua salada (la sal la echo a mansalva en mi comida desde siempre; ahora, prescindo de ella por seguir sin paladar pendiente de la devolución del que me lo quitó (ver relatos anteriores), lo que está beneficiando mi salud arterial entre otras cosas...

Desde que tengo uso de razón (dejémoslo en memoria...), el ambiente playero me resulta molesto: a las ya mencionadas arena y agua, añado el sol, el calor, la masificación..., pero lo que siempre llevaba peor era el aburrimiento. Estar tumbada (sobre una toalla o una cómoda hamaca) no va conmigo, somos incompatibles. ¿Cómo se puede estar sin hacer nada tanto tiempo?. Sí, las  respuestas vienen enseguida: báñate y disfruta del descanso. Ja¡!, lo primero, no sé nadar, nunca quise aprender y, lo segundo, a mí,  al menos, es muy raro, cansarme por lo que no sé qué hago en una tumbona. Solo puedo recordar mis palabras durante mis esporádicas y breves estancias en la playa: ¿cuándo nos vamos? ( a los pocos minutos de llegar) y la de ¿queda mucho para irnos?. Con lo que se deduce que, para el resto sí resultase agotador mientras yo permanecía con la energía intacta como para seguir  con mis incasables lamentos hasta que, por fin, llegaba el momento de la marcha y, hasta el día siguiente, con el deseo de que amaneciera nublaillo tirando a muy nublado.