"EL PLACER DE ENSEÑAR APRENDIENDO"

 


Memorable fue aquel momento en el que explicaba los sufijos, en concreto, los diminutivos y aumentativos y quise "pillarles" cuestionando cuál sería el diminutivo de la palabra CAFÉ (por aquello de si sabían que era CAFETITO en vez de CAFELITO). La respuesta me dejó tan boquiabierta que no paré de reírme hasta el día de hoy: "Seño, pues un "CORTAO". No había tenido jamás una solución más lógica y razonada que esta.

En otra ocasión, hablábamos de la palabra UNIFORME y de su formación por ser esta compuesta. Tras mi pregunta, oí enseguida una voz que decía: "la parte de arriba y la de abajo" (refiriéndose a las dos que forman el uniforme oficial del colegio...).

Apoteósico fue el breve comentario sobre uno de los Cantares del Poema de Mío Cid dónde aseguraba que los Infantes de Carrión se portaron muy mal con las hijas desposadas de Don Rodrigo al dejarlas tiradas en medio de la AUTOPISTA (contexto del siglo XI).

Nunca fui una profesora al uso, jamás usé  el libro de texto marcado por el centro. Yo era la que dirigía la asignatura marcando unas pautas temáticas que fueran transversales, que les sirvieran no solo en la asignatura de lengua o de literatura. ¿De qué servirían, si no  supieran manejarlas en el resto de las materias y, sobre todo, en su día a día personal?. Aprendieron a completar sus apuntes (así construían su propio libro) apoyados en la amplia bibliografía que les proporcionaba. Les enseñé que yo no estaba en posesión de la verdad absoluta, que eran ellos los que tenían que decidir, desde sus propios criterios, qué era más acertado o no.

El objetivo estaba claro, tenían que buscar sus dudas para encontrar las respuestas. Yo revisaba, obviamente, esos apuntes y si algo no encajaba, debían seguir trabajando hasta que todo quedara bien cuadrado. Nunca hubo dos libretas iguales, pero todas fueron correctas.

Era un colectivo, pero siempre los veía como individuales, cada uno aprendía a su ritmo, como debe ser. Cada alumno es una persona, no lo olvidemos, no hay comparaciones, no sería justo. 

Finalmente, había dos pruebas importantes para su evaluación: 

1.- A partir de una misma noticia, debían elegir qué periódico les había parecido más completo y certero en su información (debían leerse toda la prensa) y el porqué. 

2.- Mi regalo de fin de curso: comentar el soneto de Quevedo "Amor más allá de la muerte" donde la emoción les brotaba al entenderlo desgranando cada una de las palabras que lo componían: 

"Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra que me llevare el blanco día.

Y podrá desatar esta alma mía

hora, a su afán ansioso lisonjera;


Mas no de esotra parte en la ribera

dejará la memoria, en donde ardía:

Nadar sabe mi llama el agua fría,

y perder el respeto a ley severa.


Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido.

Venas, que humor a tanto fuego han dado,

Médulas, que han gloriosamente ardido.


Su cuerpo dejará, no su cuidado;

Serán ceniza, más tendrá sentido:

Polvo serán, mas polvo enamorado".


Objetivo conseguido: ¡TODOS HABÍAMOS APRENDIDO!


Esto era un trabajo de cuatro años, los cursos de la ESO, donde partíamos de cero en los contenidos para que todos tuvieran las mismas oportunidades de conseguirlo. Les hacía trabajar duro, sí. Tenían la gran responsabilidad de ser los dueños en su aprendizaje. Mucho trabajo práctico a partir de una sencilla teoría. Ese era el método.

Algo fundamental: la implicación ha de ser tanto del alumnado, del profesor y de los padres para conseguirlo.

 LA LIBERTAD DE CÁTEDRA SIGUE SIENDO MUY CUESTIONADA Y MOLESTA.


Comentarios

  1. Qué me hubiera gustado tener un profesor así, pero jamás lo tuve.
    Todos has seguido a rajatabla los libros de texto.
    En la carrera sí que tenía clases prácticas y tenía que coger apuntes o algunos profesores nos daban fotocopias. Pero el problema es que las clases prácticas las daban personal diferente a mis profesores teóricos con lo cual las contradicciones eran continuas.
    Enhorabuena por la enseñanza que tus alumnos han recibido y hoy día te recuerdan con gran emoción y admiración!!

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  2. A mí también me hubiera gustado tenerte d maestra, aunque yo si tuve algún que otro profesor con esa misma filosofía y al que hoy recuerdo con cariño y respeto. Yo misma, en otras materias, he preferido enseñar así, e igualmente he aprendido, a través de la observación y la deduccion de mis alumnos, a cuestionar continuamente el método. La libre catedra sigue siendo cuestionada, en el colegio hay que seguir las normas yas en uno privado. Pero cd esos alumnos llegan a la universidad y esperan esa manera de aprender, es que la cosa ha dado sus frutos. Hay una gran diferencia entre los alumnos que han tenido profesores como tú y los demás. Su madurez, su espíritu crítico, su forma de razonar, su habilidad para la deducción, su interés por aprender, su exigencia a nuestras capacidades docentes, etc te lo canta. Gracias a ello, algunos profesores se plantean cambiar sus métodos, se renuevan y se preparan para ese tipo de alumnado y algunos lo consiguen. Graciass por el respeto con el que los has tratado.

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  3. Muchas gracias, Lola. Preciosas palabras.

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  4. Esa es tu clave.El que enseña nunca deja de aprender.Apredender de casa uno de sus alumnos.No solo se trata de transmitirles los conocimientos de un libro.Tiene que despertar la curiosidad

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  5. Sí, la curiosidad por descubrir el fondo, no solo la superficie.

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  6. Nunca hubo dos libretas iguales, pero todas fueron correctas. Una maravilla.

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  7. “Nunca hubo dos libretas iguales, pero todas fueron correctas.” Hay que vigilar las comillas, perdón.

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