"VERSOS DESARRIMADOS: LAS ESTACIONES"

 


El frío heló la primavera sin avisar,

las nieves penetraron en una ladera

quebrando las flores distraídas,

hiriéndolas de muerte.

El hielo siguió bailando,

buscaba aires cálidos,

los halló;

la música sonaba sorda, sin acordes,

sin letra.

Las palabras enmudecieron,

Perdieron el sonido,

y sus hondos sentimientos  pasados.


El estío quemó las ramas,

Como rayos descargados en cada tormenta, 

que no cesaban; con intermitencias luminosas

y, enseguida, a oscuras.

Sofocantes días, insomnes noches.

Agonizante la montaña, 

reinventándose su ladera, 

aún cubierta, con su hielo y sus fríos.

Grietas sangrantes creyeron morir,

ni el aire, ni el fuego, ni el viento ni el agua

le devolvían su aliento.

Acabó el fuego de agosto,

se aproximaban las flores de otoño, 

invisibles para muchos,

visibles en miradas renacientes.

La montaña abrió sus armarios,

se engalanó de colores,

sonrió.

Se vistió de fiesta

con su traje de domingos.

Empezaba la música,

sonaban las notas ausentes, 

con sanadas melodías.

El otoño la llamaba a gritos de amor.

Lo oyó y lo vio.

No esperaba nada, pero lo oyó

La sabiduría que dan las temporadas

curó heridas y cerró grietas.

Apenas unas marcas, 

señalan hoy que existieron.

Preparada para el invierno,

fuerte, sabia.

Deseosa ahora de la entonces

temida primavera. 



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