"EL PAN NUESTRO DE ¿CADA DÍA?"
Escuché de pequeña, que la "renta per capita" de cada familia se medía, en plan cotilleo desde tu "armacén" abastecedor, por la cantidad de manoletes que se comprara cada día. El manolete era una pieza de pan grande, abultada en el centro y cuyas formas alargadas en sus extremos, simulaban tanto una montera como la nariz de aquel torero al que a todos se nos ha achacado su muerte en algún momento (creo que fue un toro...). Cuánto más manoletes se llevara la compradora (no utilizo el masculino como alternancia, sería chiste en aquel tiempo...) mayor la escasez de alimentos en la despensa. El pan era la base principal, su función consistía en apaciguar el hambre acompañado de algo más ligero y menos consistente. Era el comodín para entrar en la salsa y rebañar todo lo que pudiera hasta dejar el plato vacío y limpio. En las meriendas, con mantequilla o foie-gras, eran indispensables por ser muy económicos y ampliables a cuántos hubiera que llenar el estómago. También llamado: "quitahambre".
Ese pan tan nuestro y de cada día, se ha ido perdiendo con los años. Era una masa de pan de viena, no de pan pan (como se decía aquí). Su textura era muy blanca y con una miga muy tierna, perfecto para todos los momentos de aquellos días. Hoy, está arrinconado en una esquina de muy pocas panaderías. Sus parientes lejanas, muy lejanas. las barras extralargas, sin forma, amorfas, han tomado su espacio.
No son de fiar, no son de cada día. Nadie suda haciéndolas, se hacen solas, sin madre, sin mamar de ella. Pierden cualquier calor innato en tristes congeladores donde se guardan aguardando su momento sin definir: mañana, pasado, dentro de una semana o un mes..., pero no del día, eso es seguro. Cuando le toque salir a escena, tendrá una sesión de maquillaje donde cogerá color y calor para ocultar su verdadera edad. Su apariencia durará solo unas pocas horas, pronto su textura será la de un músculo sin masa, sin ternura y dejará su fingida juventud en los restos que hayan permanecido en ese cartucho de papel que hará de mortaja temprana.
El lowcost llegó, tristemente, también a nuestra mesa. La oferta diaria es dar tres barras por un euro. Sí, se vende, se venden y mucho. Y, parece que, nuevamente, es el indicador que refleja la situación de cada hogar. Sobran más comentarios.
Pero, sí os dejo en la mejor de las compañías; escrita por mi hermano Gabriel y cedida por mi hermana Charo, desde su blog "COMEENCASA", Muchas gracias a los dos.
"MINI ODA AL PAN BUENO
Gabriel Barrios
EL RELATO DE HOY VA DEDICADO A LA LLAMADA, EN ESTE ESPACIO, COMO "HERMANA MEDIANA"
Genial! Los picos no llegaban nunca vivos a casa. Los domingos, se los solía comer la que acompañará a mi madre a la plaza, los días entre semana, la que primera que llegara del colegio y que por supuesto se adelantará a mi hermano. Esos piquitos eran especiales, pero la miga..., la miga lo era más aún. Para disfrutarla teníamos que lidiar con la mala costumbre de alguna de mis hermanas de vaciar el Manolete. Que tiempos aquellos, ahora casi no hay pan con miga
ResponderEliminarEl otro día descubrí en un puesto de la plaza, de los que dan al exterior, un cartel que anunciaba manoletes. Ya te contaré...
EliminarJajajaja
EliminarUna Oda había que haceros a la familia, “Enseñanzas y entretenimientos de los Barrios Fedriani” 😁😁😁Reparto de besos y mi cariño.
ResponderEliminarEn mi nombre y en la del resto de la familia, te decimos que el gusto es nuestro de tenerte entre nosotros. Besos grandes, querida amiga.
EliminarQué rico el pan que yo comía de pequeña.
ResponderEliminarEl de ahora ni lo tomo