"Y QUE SALGA EL SOL POR DÓNDE PUEDA..."
Apenas las siete y media, el sol se despereza y bosteza lentamente antes de aparecer por su escenario. Él creía que ya lo ha visto todo, no es así. Hasta hace solo un par de años, lucía su salida triunfal, cuando se subía el telón, desde una gran montaña situada al este de donde me encuentro. Le han alterado ese momento estelar de asomarse despacito hasta completar su imagen. Le han robado su papel de estrella, de astro rey por estos pagos. Ahora, tiene que abrirse paso entre grúas casi tan altas como él. Queda relegado a un papel secundario; le robaron el principal para siempre.
Por aquí, cualquier metro cuadrado sin asfaltar es motivo suficiente para que crezca a lo alto, rodeado de vigas férreas cubiertas de hormigón vestidas con escasos ladrillos y mucho pladur. Si viniera el lobo, lo tendría fácil con medio soplido y se acabaría el cuento enseguida, sin más opciones donde refugiarse.
Obreros comienzan su jornada desde el minuto cero acordado en su convenio. Los veo cada mañana, están muy cerca. Se burlan de las alturas, no temen al vacío y saltan entre tejados, aún sin terminar, como si fueran vallas en el suelo. Carecen de arneses de seguridad, solo su cuerpo está atado a su vida, ni tan siquiera pendiente de un hilo... Rara vez, protegen su cabeza con cascos, la llevan al aire, todos ellos van a su aire que, si viene fuerte, los mece a su antojo según respire ese viento.
He visto este edificio cuando aún no era ni tan siquiera un cigoto; fue tardío pero llegó con prisas. En poco menos de un año, estará preparado para acoger a todo tipo de familias: singles, monoparentales, padres, madres e hijos; madres con hijos, hijos con sus padres, jubilados de familia y cuñados y todas las combinaciones posibles que se puedan dar o crear. Aunque crean que lo estrenan ellos, no será así. Muchos otros compartieron esos espacios durante su crecimiento de la nada. Allí se reunieron los almuerzos y meriendas y alguna que otra siesta dentro de su descanso permitido. Nadie se acordará de ellos, de sus piruetas sin redes, de sus saltos al vacío y de todo lo que dejaron de ellos tantos meses. Nunca nadie los recuerda. Son los invisibles de los hogares antes de dar a luz. !Va por vosotros!
Genial!! Va por ellos!!
ResponderEliminarGenial
EliminarMUCHAS GRACIAS, ANÓNIMO.
EliminarQue arte Manoli! Esas hormiguitas trabajadoras, kamikazes, se lo merecen. Me ha encantado!!
ResponderEliminarMUCHAS GRACIAS, CUÑÁAAAAAA
Eliminar¡Si que son valientes!
ResponderEliminar( hermana mediana)
MUCHO, SÍ.
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