"CUENTOS ARRIMADOS A LA ABUELA: DADA Y LA NIEVE TEMPLADA"

 

Dada aún recordaba su primera casa dentro de mamá. Allí todo era diferente, no había juegos ni juguetes, ni tampoco noches ni mañanas; su distracción favorita era recorrer de arriba a abajo el angosto espacio que le iba quedando según iba creciendo. De sus muchas volteretas iniciales, ahora, solo sus golpecitos con las manitas y los pies eran sus únicas manifestaciones con el exterior. Mamá y papá recibían sus mensajes y le hablaban dulcemente a sus toques de atención.

La comida siempre estaba en su punto para ella; tenía hilo directo para recibirla en cualquier momento. Esas eran las costumbres de Dada durante aquellos meses lunares que la protegieron antes de que viera los días soleados.

Llegó el momento, y ya fuera de su universo particular, todo cambiaba. Tenía espacio amplio, ya no existían las estrecheces de antaño y eso le gustó. Pero, ese calorcito que la envolvía desapareció con el nuevo aire y hubo de buscarlo enseguida entre los cuerpos de mamá y de papá que la mantuvieron con ellos hasta que igualaron esa temperatura habitual en la que vivía. Notó que la tapaban con telas sin conocer el porqué pero que ayudaban a mantener su cuerpecito, recién estrenado, bien arropado respecto a los aires nuevos que la rodeaban.

Poco a muy poco, iba entrando en el nuevo mundo; ya igualó su calor anterior pero notó que ese hilo directo que la alimentaba se rompió. No sabía cómo decirlo, no sabía qué palabras usar y se manifestó a través del único lenguaje posible que se le ocurrió, su llanto, en él hablaba pidiendo que se le llenara su barriguita que se iba vaciando y eso no le gustaba.

Había que adoptar nuevos métodos y no era tan fácil conseguirlo de inmediato. Mamá y papá, con todo su amor y paciencia y con mucha preocupación, intentaban adaptarse a sus gustos y le ofrecían todas las posibilidades de llenar ese vacío que Dada reclamaba.

 Fueron largas noches de insomnio para la nueva familia hasta encontrar la forma y fórmula que le satisficiera. El cuerpo de mamá contenía esa nieve mágica nacida en sus montañas y que empezó a caer, dulcemente, en la ansiada llanura de su recién estrenada boca dejando atrás, para siempre, el cordón restaurante y restaurador de sus nutrientes. Ya brotaba la nieve blanca, ya se perdieron los fríos primeros, y Dada la recibía templada, a su gusto, en el punto perfecto.

 La familia echaba a andar, ya era una nueva familia feliz a la que tanto papá como mamá, echaban cuarenta y ocho horas al día y dispuestos a seguir multiplicándolas si fuera necesario. Ya eran PADRES.

Comentarios

  1. Que bonito!!!, me encantan. Serán una feliz familia

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  2. Precioso. Me encantan estos cuentos!! Los adoro. Besitos Mobi

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  3. Muy bonito y lleno de ternura. Muchos besos.

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