"LA PRAXIS DEL Y-TÚ-MÁS"

Ya hemos hablado en varias ocasiones de la importancia de la educación desde la más tierna de las edades para que no se endurezca el crecimiento venidero de praxis inútiles que no llegarán a ninguna parte.

Desde muy pequeño, se tiende a culpabilizar al contrario si este lo pilla haciendo algo incorrecto. No quiere asumir su error y opta por endosárselo al más cercano. Quizás sea inherente al ser humano actuar de esa manera para liberarse de sus actos cuando no tiene más argumentos para su defensa. En cualquier caso, si ya se detecta en esas edades, es fundamental empezar a trabajar la aceptación de su propia culpa o error para que asuma comportamientos negativos hacia los demás.

Un caso práctico es el del niño o niña que ha olvidado su lapicero en no sabe dónde y le dice a su compañero que se lo ha quitado, este le responde que él no lo ha cogido; el olvidadizo le recuerda que el otro día sí cogió el suyo y comienzan las disputas entre ellos por ese simple lápiz que, finalmente, casi siempre aparecerá en el fondo de su mochila o bien, en su propia casa. Este no reconocerá su error y el otro quedará como el culpable.

Pasan los años, y esto va a más. Ya tienes tu muy mejor amigo y muchas confidencias compartidas. Si un día, uno de ellos comete una falta, no la reconoce como propia y si alguno de los cercanos se lo comenta, aquel lo negará de entrada o bien, le reprochará que él también hace muchas cosas malas, las cuales tampoco serán reconocidas por el contrario.

Sí, han echado mano a la práctica del Y TÚ MÁS. Aquella en dónde nadie arregla su error sino que se limita a pasárselo al otro.

El adolescente crece y un día copia en un examen y, al ser descubierto, vuelve a recordarle a ese otro la de veces que él también lo hizo y así reparte culpas y secretos que, los muy infelices, no saben que saldrán a la luz tarde o temprano.

Los adultos no se escapan de este uso y, ahí, el peligro se convierte en una bomba que puede estallar en cualquier momento. La confianza inicial que se deposita en un amigo es total, conocen sus secretos más íntimos, aquellos inconfesables para el que los desvela. De la misma forma, ocurre entre las parejas que se han creído una sola persona entre los dos y que, llegado el caso de la ruptura, se rompe esa confidencialidad y comienza a salir a la luz todo aquello que se guardaron en el fondo de su baúl y que solo les  pertenecía a ellos. Es lo que llamaríamos sacar los trapos sucios que se quedaron sin lavar. Aquello que nunca se aclaró y que se fue tapando con ropa, aparentemente, limpia tras alguna de sus disputas. Vuelve el Y TU MÁS. Ninguno asume lo que hizo pero sí, curiosamente, sabe lo mal que hizo el otro.

Y llegamos al máximo de la gravedad en el que se pone de manifiesto esa mala praxis o costumbre ya enraizada en el ser humano: la política. Lo vemos a diario, lo sufrimos a diario. En cualquier sesión parlamentaria, el Y TÚ MÁS  es la constante en la que discurre cada una de ellas. Se supone que son los mejores en los que el pueblo ha depositado su confianza para que los represente y defiendan sus derechos para el bien de todos. Qué lejos estamos de esa ilusión. Tan lejos como aquellos niños que se pelearon por un lapicero desaparecido y nunca admitida su pérdida. 

Señores políticos de este país y del resto del mundo: Vengan con sus materiales preparados de casa, hagan sus deberes y preséntenlos limpios, sin tachones, sin faltas de ortografía, con buena caligrafía que permita claridad en su presentación. Construyan sus argumentos desde la coherencia, la verdad, la lealtad que le debe a los que han confiado en ustedes. No culpen al contrario si no lo prepararon para que todo funcionara, para que no caigan, en esas cotidianas caídas, de echarle la culpa al contrario y en solo esperar a la réplica para ese bucle interminable del Y TÚ MÁS.